Lo primero, lo escribo en un hashtag en francés: #JeNeSuisPasCharlie. Yo no soy Charlie. No defiendo la libertad de prensa a conveniencia, como tanto se está haciendo a nivel global en estos días.
No la puedo defender porque libertad no es libertinaje. La libertad de prensa requiere responsabilidad, respeto y ética. Exige deferencia a las diferencias, especialmente a las minorías.
En todo el mundo – Puerto Rico incluido – hay horror por el despiadado ataque que sufrió hace unos días el semanario satírico francés Charlie Hebdo a manos de locos que en tres días asesinaron a 12 personas. Sin pudor, pero en un muy bien planificado ataque militar, extremistas islámicos entraron en la sala de redacción del semanario, preguntaron por los nombres de los caricaturistas y les dispararon. Luego se dispersaron por París hasta llegar a un negocio judío donde también mataron a otros civiles. Asesinaron policías incluyendo a un musulmán, pero también salieron historias de cómo varios musulmanes salvaron decenas de vidas en ese fatídico ataque. Los asesinatos se vieron como un ataque a la libertad de prensa que es uno de los pilares básicos de toda democracia, pero este asunto es mucho más complejo.
Lo segundo, y quiero ser clara para evitar equivocaciones: denuncio los asesinatos. Eso no está bien. No los acepto ni los celebro. La violencia es censurable. Ninguna de las víctimas, incluyendo los caricaturistas, merecía morir. El problema es que para que se clame por una verdadera libertad de prensa, tiene que haberla. La libertad se ejerce con seriedad, no promulgando odios ni racismo, como hacía la revista Charlie Hebdo. Por eso no es correcto intentar convertir en mártires a sus empleados asesinados.
Muy pocas personas en Puerto Rico conocían de la revista. Como tampoco conocen de muchas otras en la tradición francesa y europea de la sátira. Es algo parecido a lo que en Estados Unidos sería la revista Mad o el diario cibernético The Onion. ¿Es eso verdadero periodismo, pregunto yo?
En lenguaje de la Internet, Charle Hebdo era y sigue siendo un troll, un bully racista. No era una sátira como la de programas como The Daily Show o lo que fue The Corlbert Report. La revista que desde su altanería se burlaba de todo, especialmente de las religiones. Del Papa a quien dibujaron en un acto homosexual, de las niñas secuestradas por Boko Haram como reinas, o de Mahoma besándose en la boca con otro hombre. Decían que se burlaban de todos, algo así como decían los Rayos Gamma, ofendiendo a los que les dé la gana. La diferencia es que no todas las sátiras son iguales. Los Rayos Gamma, por ejemplo, criticaban a los políticos pero jamás incitaron al racismo ni al discrimen.
Los que escriben sátira siempre señalan las debilidades de aquellos que están en la cima del poder, no se burlan de los que son víctimas del sistema. Los musulmanes en Europa y Occidente son víctimas del discrimen. Burlarse de las minorías no es sátira, es ser un ‘bully’. La sátira requiere inteligencia, el racismo, brutalidad.
Cuando lo único que la gente respeta es a la irreverencia, se crea una cultura banal, de gente que es racista, sexista, homofóbica, xenofóbica y prejuiciada, y que grita a los cuatro vientos su falta de escrúpulos en nombre de la libertad de prensa. Porque es bien fácil gritar que se defiende la libertad de prensa cuando la amenaza para coartarla es obvia. Lo que no es obvio es defenderla cuando el ataque es solapado o está oculto bajo mantos de censura.
Por eso sostengo que la libertad de prensa requiere responsabilidad, pero muchas veces se confunde con el libertinaje. Los medios claman por la libertad de prensa, pero son los primeros en censurar las voces que no les convienen a intereses de los dueños de los negocios mediáticos. Por eso es que temas importantes desaparecen o surgen supuestas ‘noticias’ que parecen salir de la nada.
En Puerto Rico hay una confusión grande con esto de la libertad de prensa. Aquí la Constitución es clara en la libertad de prensa, pero la jurisprudencia ha sentado las bases para establecer que lo que se difunde no puede ser libeloso, calumnia ni provocar daños reales. Los verdaderos periodistas lo entienden, pero aun así desde los medios se fomentan la censura y el discrimen. Por ejemplo, el publicar que la lucha por la liberación del preso político Oscar López se ha convertido en un espectáculo farandulero de quien está a la moda en apoyarlo, conlleva críticas de los independentistas y censura en los medios. Permitir que un estadista llame ‘populete’ a su contrincante por radio o que un popular llame a otro ‘penepo’ son también ejemplos de cómo se promueve el odio y el discrimen con el aval de los medios.
En ese sentido, es imperativo que se analicen los mensajes que se transmiten por los medios de comunicación. La libertad de prensa no es un cheque en blanco para pasar juicio mediante burlas, mofas, faltas de respeto, ridiculización, ni burdas ofensas que laceran a otros sin ninguna clase de ética ni dignidad. Tener un carnet de prensa no es una licencia para asesinar reputaciones ni tergiversar verdades porque la dignidad del ser humano es inviolable. La liberad de prensa no es cosa de juego. Es una responsabilidad que presupone que se ejerza con justicia y balance, no en un bacanal de egos. La verdad es que siento frustración por los asesinatos y miedo a que se repitan las masacres, pero como yo no apoyo el racismo, je ne suis pas Charlie.
Nota: Esta columna fue publicada por El Vocero el 13 de enero de 2015 - http://elvocero.com/jenesuispascharlie-libertad-de-prensa-a-conveniencia/