Queridos Reyes Magos:
A esta hora ya deben haber pasado por toda la isla de rabo a cabo, pueblo por pueblo, montaña adentro, en la ciudad, en urbanizaciones, campos y caseríos. Ya a esta hora cientos, quizás miles de niños, estarán abriendo los regalos y jugando con lo que trajeron en esa tradición tan nuestra que los hace esperarlos con ansias cada seis de enero, después de revisar las cajitas de zapatos vacías, a ver si los caballos o los camellos se comieron la yerba.
Este año, como todos los años, hoy es un día de defender nuestra cultura. Es un día de resistencia y de afirmación de la identidad puertorriqueña, que a pesar de las transformaciones sociales, los cambios generacionales y los vaivenes de la economía, que a pesar del pesimismo y la politiquería que nos asfixia, siempre está ahí, presente.
No importa que el consumismo apabullante ya haya borrado a los Tres Reyes de las tiendas en todo diciembre porque lo que abunda es Santa Claus, y ya para esta fecha, lo que se ven son los adornos de San Valentín. No importa que los políticos ya estén pensando en las primarias o en el futuro de las fiestas de la Calle San Sebastián, ni que en el gobierno teman más caos en el orden fiscal, hoy es un día de exaltar la tradición y la familia. Hoy es el día de los Tres Reyes.
El año que pasó, queridos Reyes Magos, no me porté particularmente bien, pero tampoco mal. Hice lo que tenía que hacer porque soy como soy y no como la gente, el sistema o el país quiere que sea. Fuerte, terca en ocasiones, trabajadora y sentimental, pero somos muchas las mujeres así en Puerto Rico. Madres que tenemos que batallar porque somos el único sustento de nuestros hijos y a las que ya, sinceramente, no nos importa el qué dirán. Por eso hoy, como todos los años, les hago mis peticiones, rezaré en privado mis rosarios y les cumplo mis promesas, esas que inicié hace doce años con el nacimiento de mi hija.
Se supone que una promesa de Reyes es la costumbre de aclamar a una santidad por su intervención en un momento de necesidad a cambio de un trato personal que una como devota hace en un momento difícil, cuando la solución parece estar fuera de nuestro alcance. La tradición dice que se clama a los Santos Reyes y se compromete a retribuirles la intervención con una promesa.
Se supone que la promesa sea privada, en comunicación directa con Dios a través de los tres Santos Reyes. Mis promesas son privadas, pero yo he hecho pública mi petición en múltiples ocasiones porque es lo que cualquier madre le pediría a Dios por un hijo: que tenga salud porque eso es lo que importa, que se desarrolle plenamente como persona de bien, que sea productiva y sobre todas las cosas, que sea feliz. No importa lo que tenga o lo que carezca porque lo importante no es el tener, sino el ser.
Como todos los años, queridos Reyes Magos, les pido por mi hija para que siga mejorando, pero este año también pido por Puerto Rico. Pido porque este país se una y que se comprenda que nos estamos hundiendo por sólo fijarnos en nuestras diferencias y en los intereses de cada bando en vez del colectivo. Pido porque la gente empiece a darse cuenta de que a los políticos, a los partidos y a los gobiernos hay que exigirles que se dejen de chiquitas y mezquindades porque esas divisiones le dan la excusa perfecta a los Estados Unidos para mantener el neutro en el que estamos, sin tomar acciones concretas que nos saquen de este estancamiento.
Pido que en vez de perder el tiempo en sandeces, los legisladores actúen en lo que importa. Pido que los empresarios aporten a crear un clima desarrollo y a exportar nuestros negocios y conocimientos, en vez de estar lamentándose por lo que ocurre.
Pido que se dé una verdadera reforma educativa en la que no se afecte más a los niños ni se atropellen a los maestros, y en la que se respete a la población de educación especial, porque la educación es la única base para cualquier desarrollo social.
Pido que se respeten a las mujeres, a los niños, a los viejos, que no se masacren personas y que los desamparados sientan abrigo, solidaridad, un techo donde vivir. Pido que los inocentes no sufran, porque quien mata a un inocente no tiene perdón. En fin, queridos Reyes Magos, pido que traigan la paz y la justicia, el consuelo y la sanación que necesita este pueblo.
Cuando los vea pasar en sus carrozas, o vea sus pelucas y capas por la televisión, cuando sienta la algarabía de los niños hoy, les pido paz. Eso es lo que pido. Con amor
Nota; Esta columna fue la primera publicada en el 2015 en El Vocero, el 6 de enero de 2015. http://elvocero.com/carta-a-los-tres-reyes/