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Turistas en un Airbnb agreden y amenazan mujer en silla de ruedas

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Cuatro turistas agredieron a una mujer en silla de ruedas, le gritaron palabras soeces e insultos racistas, se burlaron de su acento en inglés, y le tiraron un trago de alcohol en su cara. La Policía no la ayudó, alegando que Fiscalía no radica esos casos, por lo que el ataque quedó impune.

“Siento el frío de pedazos de hielo dándome duro en la frente. El líquido bajando por mi pecho apesta a alcohol y mi vista está nublada. ¡Me tiró su trago en la cara! Empapada de alcohol y desorientada, me quito los espejuelos sin poder reaccionar; me quedo inmóvil”, así describió la perjudicada el incidente.

 
Los hechos se remontan al pasado 29 de enero cuando la joven escritora Cristina Carrasquillo bajó al vestíbulo del edificio Condado Center donde vive con su madre, a recoger unos alimentos que había comprado para cenar.  Carrasquillo es una talentosa escritora, activista por los derechos de la mujer y Directora de Desarrollo del Colectivo Ilé. Los turistas se hospedan en alojamientos a corto plazo bajo plataformas como Airbnb. El peligro es que esas personas siguen hospedadas en el mismo edificio y la perjudicada teme por su seguridad.

El grupo de turistas se componía de tres mujeres y un hombre, pero ninguno quería usar las mascarillas. Los agentes de la policía no intervinieron, dijo Carrasquillo.

“Salgo del elevador en dirección a la puerta de cristal que da entrada al condominio. Me percato que hay tres mujeres recostadas de la puerta que tengo que abrir. Abro la puerta con mi silla de rueda, usándola para que aguante la puerta. Las mujeres se quedaron cerca de mí sin llevar mascarilla puesta. Así que les pido que por favor se pongan la mascarilla. Como se rehúsan a ponérsela, les pido que mantengan seis pies de distancia de mí. No lo hacen. Los gritos comienzan. La mujer a mi izquierda, me grita, escupiéndome al hablar: “Speak English”! Me siento impotente y con miedo mientras espero por mi pedido y sigo aguantando la puerta con la silla de ruedas para que no se cierre”, narró Carrasquillo. 

“Veo de lejos al muchacho con mi comida que no parece atreverse a acercarse a entregármela. Muevo la silla de ruedas, soltando la puerta para llegar a él; quiero agarrar la comida y subir rápido a casa. Agarro la bolsa, me volteo rápido para ver si logro llegar antes de que se cierre la puerta, que es pesada y no la puedo abrir sola. Entonces, observo que las tres mujeres y el hombre que anda con ellas están entrando, con su propia llave a mi edificio.

Desde que comenzó la pandemia, Carrasquillo y su madre llevan encerradas para no exponerse al coronavirus. Cuando tienen que salir, usan mascarillas en todo momento, aseguró.

“Cuando me voy acercando, le digo a la (mujer) que está abriendo la puerta, quien a la misma vez está aguantando un trago de alcohol en su mano, que estoy detrás de ella, que por favor aguante la puerta para yo poder entrar. Se voltea, me ve y me grita algo que no logro entender. Acto seguido, siento su bebida a toda velocidad restrellarse en mi cara”, narró la perjudicada.  

Un vecino llamó a la Policía y los agentes tomaron una querella, pero le expresaron a Carrasquillo que o podían hacer más ya que se trata de turistas y “la fiscalía lo ignoraría porque son turistas”.

“Le digo al agente que el edificio es pequeño y de seguro me toparé con ella en algún momento. Le explico lo obvio: que no me siento segura hasta que se identifique en qué apartamento del edificio están las turistas y las saquen. Los agentes se me quedaban mirando como si no se les ocurriese nada que hacer. Les insisto que toquen en las puertas, pero como no tienen orden de un juez, no los pueden obligar a salir, me dicen. Entonces, ¿dónde queda mi seguridad?  ¿La seguridad de todos los que vivimos aquí?”, agregó.

La perjudicada dijo que no es el primer incidente que han tenido los vecino del condominio que pone en peligro sus vidas. “Se ha convertido en un motel de mala muerte, expuestos al COVID -19 por quienes precisamente traen el virus a la isla: los turistas, en su mayoría estadounidenses, que no siguen el protocolo de usar la mascarilla”, agregó. Carrasquillo también envió una carta en la que narra los hechos.

Los incidentes con turistas que se hospedan en alojamientos a corto plazo bajo programas como Airbnb han provocado muchos problemas entre residentes de zonas residenciales y turísticas en toda la isla. También han afectado a la industria hotelera tradicional. El incremento de este tipo de viajero responde a una política de promoción y permisividad del gobierno a través de la Compañía de Turismo y de la Organización de Mercadeo del Destino (DMO en inglés). Los casos han aumentado a raíz de que durante la pandemia, las líneas aéreas ofrecen precios mas bajos ne los pasajes.

En octubre de 2020 los representantes de la industria hotelera exigieron al gobierno regular este tipo de negocio que representa una competencia desleal para los hoteles, especialmente las pequeñas y medianas hospederías. Las hospederías endosadas por la Compañía de Turismo —que representan cerca de 15,000 habitaciones— han perdido cerca del 90% del volumen de negocio en comparación con la misma fecha al pasado año, mientras que Airbnb —que mantiene unas 25,000 propiedades de alojamiento en la Isla— ha perdido solamente el 12%.

En momentos en que las hospederías endosadas por la Compañía de Turismo de Puerto Rico (CTPR) ven limitadas sus operaciones por mandato ejecutivo ante la pandemia de Covid-19, sobre 75,000 unidades de alojamiento a corto plazo continúan operando sin limitaciones ni los estrictos protocolos de salubridad impuestos a los hoteles y paradores.

Para los residentes de áreas como Miramar, el Condado y el Viejo San Juan, también representan una amenaza a su seguridad por los ruidos excesivos y porque rehúsan usar mascarillas.







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