“A pesar de los años y décadas de luchas, y del trabajo continuo del gremio, persisten los prejuicios”
‘Coctelero’. ‘Embelequero’. ‘Payolero’. ‘Farandulero’. ‘Artista frustrado’. ‘Controlador’. ‘Metiche’. ‘Obstaculizador del trabajo de la Prensa’. ‘Agente de la propaganda’. ‘No sé para qué están ni para qué sirven’. En mayor o menor medida todos esos epítetos y conceptos erróneos se siguen utilizando para describir una de las profesiones más complicadas, malentendidas, retantes y difíciles que existe en Puerto Rico y en buena parte del mundo occidental: la del profesional de las relaciones públicas.
El problema con la falta de entendimiento que aun persiste sobre el rol vital que tienen los relacionistas en la economía del País, a mi juicio, sigue siendo uno de comunicación. Los relacionistas no hemos sido capaces de explicar adecuadamente y comunicar nuestro papel en las organizaciones que representamos o para las que trabajamos. Todavía no nos entienden y persiste la mala percepción de lo qué es ser un relacionista. De ahí que no se valore adecuadamente esta profesión.
Y ¿cuál es ese rol vital del relacionista para el desarrollo de la economía? La explicación es amplia. El o la relacionista es el asesor principal que debe tener cualquier entidad ya que es la persona que ayudará a comunicar los mensajes de esa entidad ante el gobierno, la comunidad y los diversos públicos internos y externos. Su éxito se basa en que todo buen relacionista debe siempre comunicar la verdad. De lo contrario, estaría manipulando lo cual es antiético, no constituye relaciones públicas, sino que se convierte en propaganda.
El relacionista es la persona que ayuda a anticipar, analizar e interpretar la opinión pública, las actitudes y controversias que pudiesen impactar positiva o negativamente las operaciones y planes de una organización o individuo. Comprende cómo se genera la opinión pública para luego poder actuar en respuesta a ella. Es quien asesora a todos los niveles gerenciales de la organización, con relación a las decisiones de la política establecida, cursos de acción y comunicación, tomando en consideración sus diferentes públicos y la organización social o las responsabilidades de la ciudadanía.
En otras palabras, si una empresa quiere lanzarse al mercado, si un ejecutivo ha sido criticado injustamente ante la Prensa, si un político quiere comunicar un plan de trabajo o si alguien enfrenta una situación que podría afectar su reputación o representar pérdidas, debería asesorarse con un relacionista. Para hacer un trabajo profesional, el relacionista investiga, planifica, implanta y evalúa programas de acción y comunicación de acuerdo a las metas de cada organización o individuo, y luego mide su efectividad. En ocasiones, sus recomendaciones incluyen proponer o modificar la política pública.
Son muchas las actividades que realiza este comunicador social que van desde el desarrollo de estrategias y programas o campañas de comunicación, manejo de comunicación en momentos de crisis, conceptualización de eventos, cabildeo y redacción de publicaciones especiales y comunicados, así como discursos y ponencias, entre otros. Hace trabajo de cabildeo, planes de responsabilidad social y establece vínculos de respeto y ética con los medios de comunicación y con los periodistas.
Sería injusto e incorrecto decir que no se ha luchado contra los prejuicios y la desinformación; el problema es que ha sido como un tsunami. La Asociación de Relacionistas Profesionales de Puerto Rico y muchos relacionistas llevan décadas explicando lo que son y lo que no son las relaciones públicas. La tenacidad de estos practicantes ha dado paso al desarrollo de programas educativos a nivel universitario y con grados de maestría; el proceso de acreditación por organismos internacionales como la Public Relations Society of America; entre otras; y más recientemente, el proceso de licenciatura en relaciones públicas con la discusión que quizás se mueva hacia una colegiación.
Pero a pesar de los años y décadas de luchas, y del trabajo continuo del gremio, persisten los prejuicios. Si esto fuera un plan de comunicación, habría que aceptar que ‘los otros’ han ganado. Con esto me refiero a que las decenas o cientos de personas que realizan trabajos y funciones de relaciones públicas en Puerto Rico de manera antiética han logrado crear una percepción de que este trabajo es uno ‘light’ o superfluo.
El problema radica en la gran cantidad de ‘soplapotes’, amigos de políticos, gente que pasquinó en las campaña, atletas frustrados o exreinas de belleza, entre tantos otros, que a falta de un empleo, se catalogan de relacionistas, oficiales de prensa o portavoces sin entender que hay una ley que regula esta profesión, por lo cual están en violación de la misma. Al no tener las destrezas y no prepararse adecuadamente para ofrecer los servicios de relaciones públicas, se cometen errores, se manipula información, se falta el respeto a los periodistas y se desinforma.
Todos estos relacionistas fatulos que no tienen ni la acreditación, ni los estudios ni la disposición para aprender deberían ser sancionados. Como dice la ley que regula esta profesión, las relaciones públicas ocupan un rol neurálgico en nuestra sociedad. La información debe estar en manos de los que puedan ejercerla con prudencia y responsabilidad.
Así que en la semana en que la se celebra el rol de este profesional sirva este escrito para reconocer su importancia en la sociedad y en el desarrollo económico de nuestro País. Ese es mi mayor deseo a los colegas, de la Licenciada #389.
Publicada en El Vocero el 2 de octubre de 2013 - http://www.vocero.com/relacionistas/