En estos días estamos a punto de que se inicie otra guerra más con todo lo que eso conlleva. Miles, quizás millones de vidas humanas se perderán, otros tantos quedarán heridos y los soldados en ambos bandos tendrán que luchar mientras sus familiares agonizarán pensando en la suerte de los que estén en batalla.
Está latente la posibilidad de que el conflicto se amplíe de Siria a toda la región y veremos que aumentarán las tensiones entre las potencias internacionales, seguirá subiendo el precio del petróleo, los países intentarán tener control sobre armas de destrucción masiva, y aumentará la amenaza de ‘terrorismo’ en América aunque los americanos impartan el terror en el blanco de Siria que ataquen. Y yo me pregunto, ¿no fue acaso el presidente Obama el ganador del Premio Nobel de la Paz? ¿Cómo uno que ganó el premio por la paz ahora inicia la guerra? Dicen que no puede haber paz sin guerra, pero lo que eso representa es sinónimo de terror.
Obama representaba un cambio y la esperanza de cosas positivas. Engañó a muchos, especialmente en los medios informativos que le creían ciegamente. En mi caso, y estoy en récord público, siempre lo vi con el escepticismo y distancia que debe tener todo periodista que se respete a sí mismo. No me dejé convencer. Cierto es que su elección era algo increíble y generó entusiasmo, pero cuestionaba su inexperiencia y la sensación de que no decía la verdad. En esto último, sin embargo, debo admitir que va con el cargo de presidente. Todos aprenden a ocultar cosas y a decir lo que les convenga políticamente.
Con el tiempo Obama ha tenido muchos aciertos, especialmente en materia de derechos civiles, como su transformación en el tema de los derechos gay, pero ha sido lento en el tema de inmigración. Y en la guerra, son otros 20 pesos. Guantánamo sigue abierto. Eliminaron a Bin Laden, pero Irak y Afganistán siguen siendo frentes peligrosos, sobre Corea del Norte no dice nada, y ahora se abre el flanco de Siria.
Obama anunció que atacarán a Siria por su presunto uso de armas químicas en un ataque que mató a miles de civiles, pero para amarrar a los republicanos con la decisión, condicionó el ataque a que el Congreso lo apruebe. Esto es algo así como lo que hizo Poncio Pilato con Cristo. Se lavó las manos y que la decisión final la tengan otros.
A Estados Unidos le interesa el arsenal de gas sarín y otras armas tóxicas prohibidas en poder del régimen del presidente Bashar Asad. Obama ha dicho que no busca derrocar a Asad y ni siquiera intenta parar la masacre de civiles en una guerra compleja donde no hay ninguna parte fiable.
Lo que es incuestionable son los riesgos de esta nueva guerra. Si Siria responde, podría crear un conflicto más amplio, haciendo vulnerable al aliado americano de Israel. Todo esto nos plantea más dudas que respuestas. ¿Es la guerra la solución? ¿Habrá que quitarle el premio de la paz a Obama? Solo entiende que no merece un premio por la paz aquel que proclama la guerra.
(NOTA: Esta columna fue publicada en El Vocero el 4 de septiembre de 2013 - http://www.vocero.com/premio-nobel-de-la-guerra/ )