NOTA: Esta columna fue publicada originalmente el miércoles 21 de agosto de 2013 en El Vocero. http://www.vocero.com/justicia-tardia-para-jose-enrique/ Dos días más tarde, ese mismo diario publicó en su portada nueva evidencia del caso y en este blog supimos que eso respondió a una molestia del juez federal Daniel Domínguez, quien se molestó porque osé cuestionar su lentitud en el proceso. La opinión del juez y cómo se sienta es su prerrogativa. Él está en todo su derecho ganrantizado por la Constitución del ELA y la federal que él defiende. Mi interés es que este, como todos los casos de violencia, se esclarezcan y que paguen los criminales. Si en ese proceso hay que fiscalizar a la judicatura federal, no me temblará la mano. Por otro lado, añado que yo no conocí al publicista, pero estoy en récord criticando a los medios que han usado su imagen para sacar provecho económico y ahora guardan silencio ante la lentitud en el proceso de esclarecimiento y procesamiento criminal.
Hay quienes dicen que la justicia tardía no es justicia. ¿Habrá justicia en algún momento para José Enrique Gómez Saladín? ¿Por qué los federales no mueven este caso?
El horroroso caso del publicista que fue secuestrado y brutalmente asesinado el año pasado acaparó las primeras planas de diarios, inundó las redes sociales y hasta provocó el boicot del programa de televisión SuperXclusivo, pero ahora, ¿dónde están todos esos que vociferaban ‘Yo soy José Enrique’? ¿Dónde están todos reclamándole a las autoridades y al juez federal Daniel Domínguez a que se muevan y que hagan justicia por el publicista?
Es un hecho de que el caso contra los cuatro acusados que se exponen a la pena de muerte por el ‘carjacking’ y asesinato del publicista está en el limbo. El caso no se mueve porque la Fiscalía federal no le ha suministrado a la defensa el descubrimiento de prueba porque el gobierno aun no ha obtenido los informes de autopsia, evidencia forense, ni los informes de la Policía de Puerto Rico sobre el crimen. Eso fue lo que trascendió hace unas semanas en la vista de estatus del caso.
Pero lo que más llama la atención y debería escandalizar a todos –especialmente a los que tanto reclamaron ser José Enrique– es que el juez Domínguez esté tan tranquilo. Este juez federal siempre se ha caracterizado por la lentitud en los procesos, pero parecería que se le ha sentado encima a este caso. No impuso fecha límite ni exigió a Ciencias Forenses algo tan básico como la autopsia.
El asesinato fue el 29 de noviembre de 2012. Los cuatro acusados fueron arrestados por el FBI el 4 de diciembre y originalmente acusados por una denuncia radicada por la Fiscalía federal. La acusación de un Gran Jurado bajó el 17 de diciembre. Hoy ya estamos en el mes de agosto y nada ha pasado. ¿No se supone que los federales sean más rápidos?
Así como dicen que la justicia tardía no es justicia, hay que decir que el silencio de esos que vociferaban tanto se convierte en cómplice del letargo en que ha quedado este caso.
El silencio de muchos medios de comunicación, especialmente aquellos que sacaron provecho económico y generaron ventas con el boicot al programa de televisión, es cómplice porque ni fiscalizan ni cubren. ¿Será un esquema para que no trascienda información comprometedora sobre la vida del publicista? Si es eso, da pena porque a nadie le debería importar. Lo único que debería importar es que el caso se esclarezca.
Todos sabemos que el tiempo que se tardan en procesar a los criminales se convierte en doble suplicio para los familiares de las víctimas, quienes no solo tienen que enfrentar la pérdida del ser querido, sino también aguantar al sistema de justicia que no procesa a los acusados. Esta es la dura realidad para miles de familias en el País. Sin embargo, somos muy dados a criticar a la Justicia local. Atacamos la lentitud y los nexos de jueces en nuestros tribunales estatales y hasta en la Prensa a veces hay una tendencia a alabar al Tribunal federal porque supuestamente hace mejor trabajo que las cortes locales. Pero la realidad muchas veces es distinta. El caso del publicista es ejemplo de esto.
En abril pasado publiqué la columna ‘¿Qué pasó con José Enrique?’ (http://www.vocero.com/que-paso-con-jose-enrique/) en la que hice un análisis crítico del silencio en los medios sobre este caso. Como dije, en aquella ocasión, no se puede permitir que con el paso del tiempo se condene al olvido la memoria de los nuestros. El peor golpe, la injuria más terrible, es olvidar a nuestros muertos. Y no podemos permitir que por tardanza, por falta de fiscalización o por silencio, no se haga justicia.