Cornelius P. Rhodes, quería exterminar a los puertorriqueños |
(NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel, el 16 de septiembre de 2018 - https://www.noticel.com/opiniones/blogs/en-blanco-y-negro-con-sandra/no-me-roces-dice-trump/795105677 )
“No me roces”, decía con acento en inglés un personaje inolvidable de las viejas comedias de Los Rayos Gamma que interpretaba el actor y director de cine, Jacobo Morales. Ese personaje era un científico loco y racista que odiaba a los puertorriqueños y no quería que un engendro mutante llamado “Igor” se le acercara. Igor era interpretado por Sunshine Logroño. Esta semana, al ver las declaraciones que hizo el presidente Donald Trump sobre los puertorriqueños que murieron y siguen muriendo como consecuencia del huracán María, no pude evitar recordar ese personaje porque la historia, por desgracia, se repite.
Los Rayos Gamma usaban su sátira y comedia para descorrer el velo de la historia y que el pueblo supiera que eso pasó de verdad en Puerto Rico. Aquí sí hubo un infame científico loco y racista estadounidense en los años 30 que se llamó Dr. Cornelius P. Rhoads, que odiaba tanto a los puertorriqueños que hacía de todo por exterminarlos. En cartas confesó que mató a ocho, a otros les inyectaba cáncer para experimentar con ellos, tenía a un grupo de médicos cómplices incluyendo al propio Departamento de Salud que él llamaba “Departamento de la Matanza”, y su objetivo era borrar de la faz de la tierra a la población. Dr. Rhodes escribió en sus cartas que quería eliminar a los puertorriqueños por ser “la raza más sucia, más vaga, más degenerada y más ratera que jamás haya habitado la esfera terrestre”.
Eso fue en el 1932 y ahora en el 2018 tenemos a un Presidente de los Estados Unidos que no deja de burlarse del dolor de los puertorriqueños. Se repite la misma actitud de desprecio por los de aquí 86 años más tarde. Esa verdad es dura de asimilar para todos.
El desprecio de los federales se vio desde el primer día. Ayudas lentas, arrastrando los pies para llegar a los damnificados. Obligarlos a llenar solicitudes por Internet cuando no había ni luz. Incautaron la gasolina y nos obligaron a hacer interminables filas. Paralizaron los muelles, provocando desesperación en la gente que no tenía comida y supermercados vacíos. Comerciantes en crisis porque detenían las cargas, y, por ende, sus negocios. Hospitales repletos y solo un barco hospital que casi no recibía pacientes. Militares y funcionarios federales con sus cómplices estatales cogiendo aire en el infame COE. Ayudas que no distribuyeron a tiempo, y todavía hoy, ocultaron. Robo descarado de suministros. En fin, una lista interminable de cosas que hicieron mal y todavía hoy no rinden cuentas.
Entonces en la misma semana en que FEMA admitió que botó más de $22 millones en millones de botellas de agua que llenaron la pista del aeropuerto en Ceiba y que no repartieron a los damnificados, vino Trump a poner en duda que el huracán María mató tanta gente. “3,000 personas no murieron en los dos huracanes que azotaron a Puerto Rico. Cuando salí de la isla, después de que la tormenta había golpeado, tenían entre seis y 18 muertes. Con el paso del tiempo, no subió demasiado. Luego, mucho tiempo después, comenzaron a reportar números realmente grandes, como 3,000”, publicó Trump en Twitter.
Como si eso fuera poco, su sarcasmo le brotó por los poros y nos volvió a sacar en cara la ayuda federal como si fueran dádivas. Como si no se llevaran más de lo que se llevan de esta colonia caribeña. "Esto fue hecho por los demócratas para hacerme quedar ver tan mal cuanto sea posible, cuando he recaudado con éxito miles de millones de dólares para ayudar a reconstruir Puerto Rico. Si una persona murió por cualquier motivo, como la vejez, simplemente agréguela a la lista. Eso es mala política. Yo amo a Puerto Rico”, añadió el Presidente.“No me roces Puerto Rico”, fue lo que en realidad quiso decir Trump y su gobierno. Nos quieren lejos. Continúa petulante, culpándonos también a los puertorriqueños por la desgracia. Y nosotros, no nos damos cuenta de que caímos en la vorágine de su manipulación.
Trump usa su cuenta Twitter para desviar la atención de sus problemas. Nos menosprecia para crear un issue en la prensa y que los propios americanos no le cuestionen. Él sabe que la gente en la costa este se preparaba el jueves y el viernes para el inminente azote del huracán Florence, pero miraban lo lento que fue el gobierno federal en Puerto Rico cuando María y temían que se repitiera la historia. También quería desvíar la crisis de su tormenta personal, con el caso de la actriz porno “Stomy” Daniels, y encima, enfrentaba el lío de su director de campaña, Paul Manafort, quien se declaró culpable.
Pero, por otro lado, Trump parte de una innegable verdad. Nadie ha dado cifras exactas. Ni Rosselló, ni Harvard ni George Washington University (GW). Después de todo, la cifra de casi 3,000 muertos es un estimado. Trump debió haber dicho que iba a asignar un millón de dólares para que se cuente uno a uno de los que murieron, pero no en cino meses como dice ese estimado de GW, sino la cifra exacta.
Ante ese escenario, se repite la historia. Como pasó aquí en los años 30, ahora tenemos un liderato político mongo, maniatado por la corrupción y por sus propios intereses. Por eso es que Trump, en esencia, no los respeta. La respuesta del gobernador Ricardo Rosselló y de la propia Jennifer González ha sido pusilánime y no es hasta ahora, casi un año después de que nos impactara María, que comienzan a tomar alguna distancia de las expresiones presidenciales.
Entonces la fracturada oposición política, si es que así se puede llamar, rápido recuerda que la Alcaldesa de San Juan ha sido la única que critica abiertamente a Trump. Cierto, pero la verdad es que Carmen Yulín Cruz ha cavado su propia fosa ante la gente. No puede tener credibilidad quien critica al de afuera, pero está más pendiente a irse de viaje que a los propios sanjuaneros.
Lo que me trae al pueblo. ¿Qué podemos hacer los puertorriqueños ante un presidente americano que nos dice “no me roces”, y un liderato político mongo y desprestigiado? ¿Qué hacemos para ver esta realidad? ¿Seguir arrodillados y decir “sí, amito” para que nos sigan pateando el trasero? ¿O esperamos, como decía el infame Dr. Rhodes, a “una marejada o algo” que extermine totalmente a la población? ¿Aguantamos más golpes esperando par de pesos, o seguimos yéndonos a los guetos y a ser minorías?
Quizás debemos hacer como hacía Igor, el personaje de Sunshine Logroño. Cada vez que el científico que interpretaba Jacobo Morales decía “no me roces”, Igor se movía. Se iba a lo suyo, pero calladito, le dañaba los experimentos.