(NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el 9 de septiembre de 2018 - https://www.noticel.com/opiniones/blogs/en-blanco-y-negro-con-sandra/tercer-idioma-oficial/792319956 )
Los populares una vez pusieron el español como idioma oficial pero después los penepés añadieron el inglés, que no todos pueden hablan, siendo esa destreza algo vital en este mundo. La verdad es que Puerto Rico tiene una tercera lengua que no aparece en los libros ni la reconocen, pero sí es oficial porque la hablan casi 200,000 personas. No es ni inglés ni es español. Es el Lenguaje de Señas Puertorriqueño.
Este idioma no es el American Sign Laguage (ASL), tampoco son las señas en inglés o las que se aprenden al ver vídeos en YouTube, que vienen de México, Venezuela o España. Hay una comunidad de casi 200,000 personas sordas que usan el lenguaje de señas de aquí, propio de Puerto Rico, que adopta gestos en inglés y de otras partes, pero es local. Y los sordos –[que no son mudos o sordomudos como la gente los llama por error]-, hasta lo dicen con la boca cuando les preguntan. Su idioma natural es el lenguaje de señas puertorriqueño.
El lenguaje de señas es un idioma formal, que tiene su propia estructura, su propia gramática. Lo que pasa es que es un lenguaje diferente. Es visual. Es un lenguaje gesto-corporal, que envuelve una dinámica diferente a la que entendemos los que somos oyentes. Nuestro idioma tiene sus complejidades y en el lenguaje de señas pasa lo mismo. Hay que lograr esa sensibilidad gubernamental, cívica y de todos los aspectos de la sociedad puertorriqueña para que entiendan que falta un idioma por integrar en los asuntos cotidianos y básicos.
Este tema cobra una vigencia incuestionable este mes de septiembre, mes de la concienciación de la comunidad sorda en Puerto Rico. Involucra comunicación, política y sensibilidad, pero más que nada, es un asunto de derechos humanos.
La Constitución de Puerto Rico dice que hay que respetar la dignidad del ser humano, y ¿qué cosa más digna existe que el lenguaje que define a toda una población? Al no reconocerlo, pasa lo que sufre esta población que es la más discriminada en todos los sentidos, porque se les niega hasta el derecho de enterarse de lo que pasa. Todo se habla o se escribe sin pensar que hay casi 200,000 personas que viven, trabajan, estudian y votan aquí pero no entienden lo que dijo el político o lo que dijo el noticiario de televisión. Están excluidos. Y si los excluyen, todo el sistema los invisibiliza. Como si no existieran.
Ese discrimen se ve desde en cosas tan básicas como ir a un hospital sin que los maltraten o ver un noticiario de televisión y poder enterarse de lo que pasa. En la televisión, incluyendo la pública, no tienen intérpretes fijos. Incluso durante el huracán María, se les negó a los sordos el derecho a la información. Se incluyeron intérpretes en algunas ruedas de prensa solo porque se protestó, pero entonces los canales los sacaban de la imagen para tomar solo la cara del Gobernador. O sea, le negaron a los sordos el derecho a ver las manos del intérprete diciendo lo que expresaba el Primer Ejecutivo o los meteorólogos. Algunos canales de televisión tienen “closed caption” y entienden que con eso cumplen, pero la realidad es que a veces no sale, se redactan tan mal que no se entiende, y la inmensa mayoría de los sordos no pueden leer porque es otro idioma para ellos.
Pasa igual en la educación. Hace como 10 años en Puerto Rico había sobre 90 sordos o más estudiando en las universidades, hoy solo hay cuatro. Muchos pensarán que es por la emigración, y puede que haya algo de eso, pero no. Hay menos sordos estudiando porque no hay acceso. Hay necesidad de intérpretes y más que nada, el problema empieza en las escuelas elementales.
En el sistema público, suelen meter a los niños sordos en salones contenidos con otros niños de impedimentos más severos, cuando el sordo por lo general tiene una inteligencia igual o superior a la de un oyente, no menor. Si los padres de ese menor luchan y logran sacarlo de ese salón contenido, entonces los meten a coger clases sin intérprete, lo que es un crimen. Así tienen que intentar adivinar lo que dice el maestro, leer sus labios si pueden, y ahí se pierden. No están en igualdad. A nivel de las escuelas privadas el problema se complica porque no todas quieren hacer acomodos ni permiten intérpretes. Todo esto hace que el sordo en efecto, no aprenda, y pierda el interés por la escuela a la que es ajeno.
Ahora mismo hay apertura en la Judicatura, la Asamblea Legislativa y en la propia Fortaleza para reconocer la innegable desigualdad que viven los sordos. Es un reclamo genuino que trasciende las polémicas político-partidistas porque se trata del derecho a la dignidad humana básica y a la integración de puertorriqueños que se comunican en un idioma distinto.
Como privilegio personal le quiero dejar claro a los lectores que escribí de este tema hoy y no de la política partidista o de los medios porque es un tema importante del mundo de las comunicaciones, y más que nada, porque conozco bien lo que sufren los sordos en Puerto Rico. Por los pasados casi cuatro años trabajo de voluntaria en diversos proyectos cívicos para ayudar a esta comunidad y los exhorto a que se integren. Una vez uno ve de primera mano cómo se le violan sus más básicos derechos humanos, tiene que indignarse y ayudar a cambiar esta situación de desigualdad. Les exhorto a que los conozcan, los ayuden y aprendan el lenguaje de señas.