( NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el 17 de enero de 2018 - http://www.noticel.com/opiniones/blogs/en-blanco-y-negro-con-sandra/jugando-pacman/686576058 )
Es más divertido jugar PacMan en un negocio en Bayamón que ponerse a exigir que la gente trabaje. Mientras el Gobernador de todos los puertorriqueños se fue a recordar viejos tiempos dándole al joystick de la maquinita, a ver si el PacMan amarillo se comía a los fantasmas azules antes de que se lo tragaran a él, se olvidó lo que pasaba a su alrededor. Se metió tanto en el ochentoso juego que su única preocupación era PacMan, en vez de rendir cuentas. Parecería que es mejor jugar, porque en el Puerto Rico del 2018 todo se hace sin consecuencias. Estamos #AlGarete.
Pero Ricardo Rosselló no estaba solo. Mientras en Bayamón el amarillo PacMan corría de lado a lado y se escuchaba el típico “waka,waka,waka” de la maquinita, en San Juan los alcaldes rojos y unos cuantos alcaldes azules protestaban por la falta de luz. Sí, hay desesperación en los pueblos, pero los rojos aprovecharon la movilización y el piquete rumbo a La Fortaleza para tratar de parar a su muerto Partido Popular Democrático. Lo usaron como un ejercicio político para mover a la gente. Y los independentistas, bien gracias.
Los que tenemos el problema serio somos los puertorriqueños. Los que no tenemos luz, los que nos encerramos en la noche para evitar los robos y carjackings que andan “joscos”, los que salimos a la calle a guiar con estrés para evitar un choque porque los semáforos no sirven, los que vemos cada día más negocios cerrados y más casas vacías con letreros de “se vende”. Es verdad. Somos los fantasmas a los que el PacMan se va comiendo y nadie rinde cuentas porque no se les exige. En nuestro Puerto Rico no existe eso que los americanos llaman “accountability”.
Algunos ejemplos recientes: 1) El escándalo sexual en la Compañía de Turismo, 2) El esquema de equipo escondido en un almacén de la Autoridad de Energía Eléctrica, y 3) El por qué teniendo tantos jefes en el área de seguridad, la criminalidad sigue subiendo.
En Turismo no se rinde cuentas ni hay castigo seguro para el que sabía el patrón de acoso y se calló la boca para proteger a sus panas. ¿Fue Villafañe? ¿Fue Orona, alias “Falfo”? ¿Fue el Gobernador? ¿Quién choteó? No lo dicen. En la AEE tampoco dicen por nombre y apellido, quién fue el que permitió que guardaran equipo que podía dar electricidad a tanta gente. ¿Quién es culpable por las muertes de viejitos y enfermos por no tener luz? ¿La AEE o el Gobernador? ¿FEMA,o el periodista que no cuestiona? Y en la Policía siguen los brazos caídos, pero todavía hoy no se le exige ni a la saliente Coronela ni al actual jefe de seguridad que expliqué cómo van a detener esto. Es más, manejo de emergencias, el 9-1-1 y todas las dependencias bajo su mando fracasaron, y ¿por qué nadie le pregunta ni exige accountability a Héctor Pesquera? ¿Cuál es el miedo? ¿Qué sabe Pesquera que tiene a todos callados?
¿Y quién paga las consecuencias? El pueblo. Nos comen vivos, como en el juego de una maquinita.
Una pensaría que metiendo a los corruptos presos se resuelve el problema, o se minimiza, pero ni eso. Es lo contrario. Se roban millones y si los cogen, restituyen poquito del dinero robado. Es más, cumplen cárcel y cuando salen, los premian dándoles el trabajo que le niegan a tanta gente decente que todos los años se gradúa de las universidades y no tiene palas. Por eso es que tantos jóvenes se van del país porque se hartan del descaro y la injusticia.
En el traqueteo político todo el mundo tiene un dedo amarrado con alguien. Los partidos políticos cuidan a los suyos, los corruptos se protegen entre sí y algunos en los medios se callan para cuidarle las espaldas a los que dañan la fibra moral de este pueblo. Por eso no se rinde cuentas, ni se exige nada. Para los políticos, el pueblo es como el famoso videojuego. Nos ven como los pequeños puntos blancos, las frutas y los objetos que el PacMan se come a su paso. Como el PacMan, nos devoran y no decimos ni hacemos nada. Como dijo el filósofo francés Jean-Paul Sartre: “No podemos ser nada sin jugar a serlo”.