Hoy no hay tanta solidaridad, o está más esparcida en los medios.
“La historia contemporánea de Puerto Rico se escribirá antes y después del bombazo mortal”. Con esa oración casi lapidaria en la que aludía a la bomba que mató al guardia de seguridad David Sanés, encabecé una columna hace ya 10 años. Exponía que la manera en que el País se conduciría públicamente y la forma en que la Prensa abordaría las informaciones iba a cambiar después de aquellos tiempos de la cobertura sin paralelo sobre los incidentes para sacar a la Marina de Guerra de Estados Unidos de la isla de Vieques. Diez años más tarde, estoy más que convencida de que no me equivoqué.
Recuerdo que uno de los escritores y periodistas a los que más admiro, el fabuloso Félix Jiménez, criticó que yo usara esa frase en su libro Vieques y la Prensa: el idilio fragmentado. Escribió Félix que la Prensa creó un imaginario forzado en el que veía al País diferente, con una visión alterada o renovada a partir de Vieques. Señaló además, que a diferencia de otras comunidades en las que el sentido y el sentimiento de nacionalidad se establece a base de la memoria del pasado y las conquistas o las gestas que han llevado a un territorio a su presente definido, en Puerto Rico se ha establecido una nacionalidad según las visiones de futuro que se tenían para la Isla. Añadía que el factor ideológico determinaba las manifestaciones de nacionalismo y la intensidad de las mismas. Coincido con él es esa. Pienso que se definía públicamente una identidad que hoy es distinta, y la Prensa jugó un papel crucial en el proceso. Hoy no somos tan boricuas ‘pa’que tú lo sepas’. Más bien, muchos pensamos en que no se puede vivir en el País con la crisis económica y la criminalidad que nos agobian.
La Prensa y todos los periodistas –incluyéndome–, en mayor o menor medida, sucumbimos ante el proceso de reportar la historia de las violaciones de derechos civiles, la impunidad y el crimen de un brazo del Gobierno imperial de Estados Unidos hacia un pueblo subyugado e indefenso. La imagen que se proyectó del País en estado de guerra en ocasiones confundió o se malinterpretó allende los mares, pero generó ecos a lugares distantes a nosotros.
Algunos periodistas y ciertos medios se aprovecharon para exagerar y generar mayor interés, lectoría o ‘ratings’ con la cobertura de Vieques. Pero en términos generales, era una noticia importante que logró trascender el ámbito geopolítico y cultural de nuestra región. En fin, con todo y la fiscalización, las exageraciones y falta de imparcialidad, pienso que a partir de Vieques, el tipo de periodismo que se ejerce en la Isla cambió diametralmente.
Hoy no hay tanta solidaridad, o está más esparcida en los medios. A veces se relega a noticias positivas de un segmento pero no se cubre con la agresividad como hace una década. Ahora hay más espectáculo y chisme, menos investigación. Más opiniones y menos datos. Más dedos amarrados con intereses empresariales y menos libertad entre periodistas. Más complacencia y comodidad al dejar de hacer las preguntas clave y menos fiscalización. En fin, el ejercicio generalizado del periodismo actual demuestra mayor miedo. Sí, 10 años más tarde, estoy convencida de que los filtros con los que vemos y creamos nuestra historia contemporánea cambiaron.
NOTA: Esta columna fue publicada en El Vocero, el 1ro de mayo de 2013 - http://www.vocero.com/vieques-y-la-prensa/ )