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Indeseables, pa’ fuera del País

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“Hoy en Puerto Rico estamos ante una coyuntura parecida a la de esa época de Manos a la Obra”

 
Pa’fuera. Este es uno de esos temas que son políticamente incorrectos, rayando en lo inmoral, pero hay que hablarlos. Total, no es la primera vez que esto ha ocurrido en Puerto Rico y me consta que muchos economistas, ‘decision makers’, demógrafos y uno que otro político comentan tras bastidores que es hora de repetirlo, pero pocos se arriesgan a decirlo de frente por las implicaciones que esto podría tener. Me refiero a la idea de desarrollar una política pública para sacar del País a esos grupos de la sociedad que no aportan pero que sí quitan. Los indeseables por el Estado.
 
Sí, es terrible decirlo. De hecho, pienso que este tipo de propuesta es no solo arriesgada, sino vergonzosa porque demuestra la incapacidad del Estado de atender nuestros profundos problemas de desigualdad social. La pobreza extrema y la marginación en la que el sistema tiene sumido a tanta gente, siguen creciendo a pasos agigantados en la medida en que la economía empeora, y así vemos como se achica la clase media y crece la pobre.
 
Y ¿quién determina qué es o no indeseable? Si por mí fuera sacaría a patadas, como dijo el exsecretario de la gobernación, Marcos Rodríguez Ema, al montón de políticos inescrupulosos, arrogantes y corruptos que abundan y que dicen sandeces clasistas como esa. Sacaría a los pillos, a los maltratantes de niños y mujeres, a los violadores, a los narcotraficantes, a los racistas, a los que destruyen y venden poco a poco el País, a los ricos que poco le importa el dolor ajeno y a los que nada aportan a mejorar la calidad de vida. En mi opinión, esos sí son los indeseables.
 
Sin embargo, la realidad es otra. Se quedan los que viven del Estado, sea por decisión propia o porque el mismo sistema los empuja a vivir en esas condiciones y se van los que producen. Las estadísticas nos dicen que no ha sido necesario establecer una política pública para bajar la población o controlar la natalidad y ya una buena parte de nuestra población productiva se está yendo. De hecho, se estima que más de 576 mil puertorriqueños han emigrado en la última década. Esto representa pérdidas para la economía y todo apunta a que seguirá empeorando porque hay menos gente que aporta al fisco y que trabaja, mientras que hay más población envejeciente y dependiente del Estado. La mayoría de esos que emigran son jóvenes profesionales que se van buscando trabajo y mejor calidad de vida.
 
Por eso es que vengo escuchando con más fuerza en muchos círculos el comentario de que es hora de que el gobierno detenga el éxodo de la clase trabajadora y que se replantee promover que se vayan del País los que viven de los beneficios del Estado.
 
La crisis fiscal, la falta de empleos y la misma marginación social obliga a muchos a vivir del Estado, a recibir fondos de Programa de Asistencia Nutricional, tener la tarjeta de salud del gobierno o a tener vivienda pública y tarifas especiales en el pago de agua y luz, entre otros beneficios. Muchos viven generación tras generación así, sin logar salir del yugo de la dependencia. Muchos otros abusan de estos beneficios teniendo ingresos parciales de empleos o de otras fuentes incluyendo la economía subterránea que sostiene al País.
 
Lo cierto es que la gente no va a dejar de recibir esos beneficios sin tener nada a cambio. O sea, que el gobierno está en una encrucijada. A no ser que del propio Gobierno federal limiten los fondos de bienestar social, y se obligue a la gente a salir de eso, nada va a cambiar. Incluso, he escuchado quienes plantean que se debe realizar un esfuerzo de cabildeo en el gobierno del ELA para lograr esa reducción. Tendría que ser un esfuerzo por lo bajo porque a ningún partido político le conviene ni aceptará decir públicamente que busca que bajen los beneficios federales. Sin embargo, hay que recordar nuestra propia historia. La salida de la gente señalada como ‘indeseable’ no es nueva. Pasó entre la década del 40 y 50 a gran escala, organizada por el gobierno.
 
En los anales de la historia de Puerto Rico quedará grabada la figura de Luis Muñoz Marín como el líder que sacó a la isla de pobreza. Bajo el programa Manos a la Obra, junto a otros como Teodoro Moscoso, logró el desarrollo económico, aprovechando los beneficios del gobierno americano bajo Roosevelt. Pero en Puerto Rico pocos aceptan que parte de la estrategia detrás de Manos a la Obra era sacar a gran parte de la población. El industrialismo llegó con una reducción en la población que se logró de dos formas: usando a las mujeres puertorriqueñas como conejillos de Indias y aquí se probaron casi todos los métodos anticonceptivos; y moviendo a grandes sectores de la población a trabajar fuera del País. Muchos emigraron a zonas del noreste de Estados Unidos (Nueva York, Nueva Jersey, Connecticut), otros a Chicago y otros a sitios tan lejos como Hawai.
 
Irónicamente, esas poblaciones de boricuas que se fueron a trabajar, aun sufriendo vejámenes y discrimen, con el tiempo lograron ir saliendo de la pobreza y marginación. Muchos lograron estudiar y mejorar económicamente al tener unas oportunidades que se veían imposibles en esa época en la Isla. Con esto no pretendo simplificar las luchas de los puertorriqueños en Estados Unidos, ni negar que todavía muchos vivan en la pobreza, pero la realidad es que muchos también se superaron.
 
Hoy en Puerto Rico estamos ante una coyuntura parecida a la de esa época de Manos a la Obra, pero no veo soluciones ni un plan que nos señale algo mejor. Por eso me resulta irónico que cuando se habla de la criminalidad, de la creación de empleos o del desarrollo económico, pocas veces vea a un gobernador, o a un presidente del Senado o de la Cámara que mencione esta realidad. ¿Quién se atreve?
 
(Columna publicada en El Vocero  el 6 de febrero de 2013- http://www.vocero.com/indeseables-pa-fuera-del-pais/)

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