(Columna publicada el 4 de noviembre de 2015 en NotiCel - http://www.noticel.com/blog/182830/dios-no-tiene-ath.html )
Suelo evaluar a diario los medios de comunicación del país, y el otro día, cambiando el canal de mi televisor, me topé con una escena que me provocó un “flashback”. Fue de esos que hacen a una pensar que las cosas no cambian. Recordé cuando en el 1993 publiqué en un periódico de negocios el primer análisis del mercado de los medios de comunicación cristianos en Puerto Rico. En aquella época los pastores pedían dinero a sus fieles diciendo que Dios les había revelado que tenían que hacerlo para prosperar. Hoy, casi al final del 2015, siguen usando la misma táctica.
Me detuve a observar el mensaje y los gestos de ese ministro religioso que se autodenominó enviado, príncipe y portavoz de Dios. En todo momento se reflejaba desesperación. El pastor pedía dinero, pero no el diezmo. Ese pago, según dijo, era obligado. Pedía con angustia que se pagara la ofrenda y otra ofrenda especial. Igualito que hacían los telepredicadores hace 22 años cuando empecé a escribir y analizar de estos temas. El problema de ahora es que esos mensajes no están a tono con la realidad que vive el país. Los feligreses no son una tarjeta de crédito ilimitada o un cajero automático, y Dios no tiene ATH. Siguen usando el nombre de Dios en vano, para saciar las necesidades carnales.
Es que el impacto de la crisis económica que vive el país no se ha analizado desde la perspectiva de lo que han dejado de ganar las más de 10,000 iglesias y templos que se estima, operan en Puerto Rico.
Si los fieles han visto sus salarios reducidos a la mitad, menguados por la inflación y los impuestos, o peor aún, se han quedado sin dinero porque están desempleados, entonces ¿Por qué se les sigue pidiendo dinero con desesperación?
Con la crisis en la economía, ¿cómo quedan las arcas de las iglesias? ¿Tendrán algunos pastores que vender sus carros Mercedes Benz o empeñar sus relojes Rolex? Por eso en las iglesias protestantes piden el diezmo y las ofrendas especiales. En las parroquias católicas pasan el cepillo dos veces aunque el feligrés lo pase para el frente, o si antes ponía cinco pesos, ahora pone sólo uno. La crisis está latente en todos los sectores.
Muchos evangélicos y de otras denominaciones protestantes andan por la libre, pero los católicos ahora tienen que andar con más cuidado porque hasta el Papa Francisco los ha llamado a capítulo. Hace poco el Papa argentino criticó que las parroquias cobren por bautismos, bendiciones e intenciones en las misas. "Hay dos cosas que el pueblo de Dios no puede perdonar: a un sacerdote apegado al dinero y a un sacerdote que maltrata a la gente", dijo el Pontífice, quien agregó que es imposible perdonar cuando "La casa de Dios se convierte en una casa de negocios".
Pero la necesidad económica está ahí. Eso es innegable. Un reflejo diáfano de hasta dónde alcanza la crisis se nota en los medios de comunicación cristianos. Casi todos experimentan crisis económicas. Por ejemplo, la emisora Radio Clamor del reverendo Jorge Raschke salió del aire por deuda con la Autoridad de Energía Eléctrica, al igual que otras.
De las 126 emisoras de radio que hay en Puerto Rico, casi la mitad pertenecen a iglesias. Igualmente existe una decena de canales de televisión tales como TeleOro (canal 13 Iglesia Católica), Canal 13.2 (EWTN), Telecadena SBN y CTNi (Canal 20.1 de la iglesia Senda Antigua) , Teleadoracion (Canal 36.1 de la iglesia Cristiana Amor y Verdad), ABN Latino (Canal 44.1 Adventista), EBN Television (Canal 46.1 Pentecostal), EBN Music (Canal 46.2 de videos cristianos) , Bethel Television (Canal 46.3 Misionero mundial), Cadena del Milagro (Canal 54.1 del fenecido evangelista Yiye Avila) y NCN Television (Canal 58.1 del Concilio Fuente de Agua Viva), entre otros.
Este segmento de la industria mediática en el país se nutre principalmente de tres fuentes: donativos como diezmos y ofrendas, la venta de espacio a pastores o programadores que compran para promover su ministerio; y anunciantes. En la medida en que los presupuestos publicitarios han bajado, y que muchas iglesias han perdido feligreses por la emigración o por causas económicas, éstos dejan de pautar programas o de aportar dinero a los medios cristianos.
Por eso se escuchan en emisoras radiales mensajes como “el diablo no quiere que la Palabra salga” o “Ayuden a pagar la luz en este ministerio”.
Otra evidencia de la crisis se ve en la merma en las matrículas de colegios privados que pertenecen a iglesias o están vinculadas a alguna religión. Esto los ha afectado a todos. De hecho, hace unos años el Arzobispado de San Juan comenzó un proceso de cierre de colegios, que en algunos casos generaron polémicas. Hoy esta tendencia es más que evidente en las amplias campañas de publicidad que están haciendo algunos colegios para mantener y atraer estudiantes. Se anuncian hasta en billboards.
La prensa no se enfoca en esto, por prejuicio. De hecho, en los pasados años el enfoque de la cobertura noticiosa sobre las iglesias y la religión en el país ha sido primordialmente en la oposición de líderes y comunidades religiosas a los proyectos de ley e iniciativas del gobierno para favorecer comunidades como los homosexuales o en temas como el de educación con perspectiva de género. Y es un hecho que si se hace un examen detallado del contenido de las noticias, su abrumadora mayoría reflejaría que esa cobertura ha sido negativa o prejuiciada en contra de las comunidades de fe y de las iglesias. Incluso, en algunos casos, el enfoque es hasta de burla y discrimen por el hecho de ser religiosos.
En otras ocasiones el enfoque de las noticias o de los programas de radio ha sido a resaltar la oposición de algunos líderes religiosos a los temas LBGTT, o a destacar que algunas iglesias tienen exenciones contributivas o subsidios en los costos de electricidad.
Lo que la prensa y los analistas muchas veces olvidan incluir en sus comentarios es que en su inmensa mayoría, las iglesias usan esos subsidios y beneficios para obras de corte social que no provee el gobierno, tales como orfelinatos, hogares de ancianos, y otros.
Según un editorial en el periódico católico El Visitante, por ejemplo, el subsidio que reciben las iglesias y las organizaciones vinculadas a las comunidades de fe en la electricidad es de $3.5 millones. Esto constituye menos del uno por ciento de la totalidad de más de $400 millones que gasta la AEE en subsidios al año si se compara, por ejemplo, con los $29 millones en subsidios de luz a los residenciales públicos, los $190 millones a los municipios, los $7 millones en subsidios a hoteles, entre otros.
Pero el prejuicio hacia los religiosos también viene porque proliferan los buscones que hacen lucir mal el nombre de las iglesias. Esos son los que manipulan la palabra de Dios para lograr ingresos y vivir de ellos. Son los que contrastan con tantos ministros, pastores y sacerdotes que viven casi en pobreza y miseria extrema, pero se levantan a diario a servir a sus comunidades, a diferencia de los que piden lujos, salen por televisión y viven en opulencia.
Por eso es que en momentos en que el país vive en crisis económica, hay que buscar la prosperidad real, no la fabricada. No se trata de engañar a los feligreses presentándose como enviados de Dios o príncipes mientras que ven a las personas vulnerables como esclavos. Los verdaderos creyentes son sólo súbditos del Dios en el que creen. Ya es hora de que terminen los engaños y que esos mercaderes de los templos aprendan que Dios no es una ATH.