En vez de estar atenta a las primarias electorales, yo prefiero aplaudir a quienes hacen, reafirman y defienden el país con su arte, los actores de la Compañía Nacional de Teatro
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Mientras amplios sectores del país y casi todos los medios noticiosos siguen en el eterno juego de la política, yo respiro todavía el teatro, desde anoche. Siento en la piel que eso somos, porque, después de todo, somos en lo que nos afirmamos y el teatro, cuando es bueno, es el mejor reflejo de nuestra cultura, de nuestra historia, y en gran medida, de nuestro país.
En las últimas horas miles de personas han estado pendientes a participar de unas primarias donde se van a elegir los candidatos de los dos partidos políticos que se han alternado el poder por los últimos 72 años. Y mientras el interés mediático-político se centra en eso, hay país por otro lado. La gente sobreviviendo la inflación, la falta de dinero y la violencia que nos consume. Y es precisamente en ese espacio de realidad donde el teatro puertorriqueño nos sirve de aliento, respiro, alegrías y esperanzas. Nos retrata quienes somos, lo que fuimos y qué realmente vamos a ser, si nos proponemos.
Los artistas, los actores, los dramaturgos, los promotores artísticos, las entidades culturales son las que todos los días, contra viento y marea, se las juegan todas por salir hacia adelante y por mantener viva nuestra esencia como pueblo y como gentes. Y yo anoche viví mucha de esa realidad en el teatro Francisco Arriví. En el Festival “Arriví en el Arriví”, en honor al principal dramaturgo puertorriqueño del siglo 20, tuve el inmenso gusto de ver la puesta en escena de la obra Bolero y Plena, que montó la Compañía Nacional de Teatro, apoyada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña y el Instituto Alejandro Tapia y Rivera.
Nuevamente la Compañía Nacional de Teatro y todos sus actores me vuelven a capturar con esa calidad del producto que presentan, en un retrato fiel de lo que somos como pueblo.
Anoche al comenzar la obra |
Esta compañía siempre se ha distinguido por hacer buenas presentaciones, pero en esta función de Bolero y Plena, tengo que decir que se elevaron la vara. Fue tan fuerte y alto el nivel de excelencia de la obra, que merecería ser reconocida por toda la prensa del país. La pieza fue cuidada en todos los sentidos. Una música poderosa, una escenografía buena, excelentes luces, gran dirección, pero, sobre todo, unas actuaciones excepcionales donde nos presentan otros ángulos de nuestra historia y nos da unos aspectos importantes para entendernos como pueblo.
Y es precisamente en estos momentos donde se cuestiona la viabilidad política y económica del país ante el embate de la venta a quemazón de nuestras tierras, o la destrucción de nuestras playas y recursos naturales, cuando el desplazamiento social es norma, el teatro nos recuerda de dónde vinimos y quiénes somos. Ese recordatorio urgente de que existe país y hay que defenderlo, lo lograron magistralmente anoche los actores de Bolero y Plena.
La obra se compone de dos pequeñas piezas que traen aspectos de nuestra vida y cómo el maestro Arriví las enfrentó y las narró para el futuro. Comienzo con la primera pieza, Bolero (El murciélago), en la que aparece el personaje principal interpretado por Jesús Aguad. Este magnífico actor interpreta y le da vida al maestro Arriví precisamente en un momento de su historia, de esas que no se quieren contar. Magistralmente interpretó Aguad esa nostalgia que vive el puertorriqueño fuera de la isla, y la forma en que evocó su dolor por la ausencia, a través de su interpretación, fue demasiado conmovedora. Presentó un Arriví que se enfrentaba a decidir su vida, en esa incertidumbre si volver al terruño o quedarse en el frio Nueva York de los años 50.
Si Aguad logró llevar a Arriví a la vida, en parte se debe a la manera en que su personaje opuesto actuó y esa fue Melissa Reyes, en el papel de Nilda. Muy buena. Destaco también a Basilia Encarnación como Rosa y a Esteban Calderón que hizo uno de los personajes más cómicos de la noche, el mozo boricua. Todos fueron muy buenos.
La segunda parte de esta pieza se titula Plena (Medusas en la bahía) y presenta esa época del 50 o quizás del 60 donde el dramaturgo vuelve a traer un tema recurrente en toda su vida, que es el racismo, esta vez al interior de la familia puertorriqueña. Nos presenta ese racismo del que no se quiere hablar, pero quienes somos negros lo vivimos incluso en nuestras propias familias que no se aceptan. Demuestra esa hipocresía íntima que se vive en muchas familias puertorriqueñas, colonizadas de mente y de espíritu, por esa metrópolis que importa e impone aquí esas malas costumbres.
Aquí el personaje principal lo interpreta otro grandísimo actor, Israel Solla. Es tan versátil y tan buen actor, que carga toda esa parte de la obra sobre sus hombros. Es impecable en todos sus matices. Pero si tan bueno es Solla, igual o mejor es Caroline Vanessa Alicea en el papel de su esposa, Dora. Es tan acomplejada y racista, viviendo en ese mundo de hostilidad y complejos, que una como espectadora llega a detestarla. Esto demuestra lo buena actriz que es Alicea, porque logra sacar ese odio del alma por un personaje. Lo más fuerte es saber que lo que presentan ambos personajes fue real y pasó – y pasa todavía - en Puerto Rico.
El actor Luis Javier López |
“Tanta vanidad, tanta hipocresía, si tu cuerpo después de muertos, pertenece a la tumba fría”. Esa famosa plena las cantaba el actor Luis Javier López, interpretando a un zapatero que se llamaba Primitivo y era primo hermano del personaje Augusto, que personificó Solla. En todas las escenas en que López salía era como la conciencia hablando. ¡Qué buen actor es! De verdad que fue excelente su participación.
Destaco también en esta segunda parte de la pieza al personaje que interpretó a Nelson Alvarado, que fue uno de los mejores de toda la noche. Graciosísimo y verás. En esta parte también actuaron María Isabel en el personaje de Elena, una Sonia Rodríguez Otero en el papel de la abuela amorosa “Mama Tina”, y Gina Figueroa Hamilton en el personaje de Ms. Hawkings, la racista.
En
esta parte hay un personaje de “Dorita” que interpretan dos actrices distintas,
pero que demuestran cómo es que se enseña el racismo desde la niñez y cuánto
eso afecta en la vida. El personaje de niña enterneció a toda la audiencia,
interpretado por Rocío Ramos González. Ya de adolescente y joven que aprendió discriminar,
lo interpreta Jaisy González, y demuestra el efecto de esa enseñanza tan
malvada.
Debo mencionar que los dos piezas hay unos personajes de baile que van uniendo el hilo de la narración. En Bolero, es el personaje del murciélago, y en Plena, es el personaje de la Medusa en la bahía. Ambos fueron interpretados por Adriana Isabel y Anahí Rodríguez.
Roberto Ramos Perea es mi amigo personal, pero esa amistad no me impide ser honesta en su trabajo como director de la pieza. Si tengo que criticarlo negativamente, lo hago sin ambages. Pero es que él no me deja. Su dirección es impecable. Se nota en cada parte el cuidado que puso y su nivel de conciencia. Sabe Ramos Perea que su dirección es importante porque es la voz de Arriví y tiene que llevar su mensaje para la posteridad. Lo logra magistralmente.
La dirección de esta pieza donde se critica tan de frente al racismo, nos obliga a pensar en lo poderosas que son las letras del maestro Arriví. En aquella época de los años 50 en la que él escribía, lo hizo sin miedo. Contó la verdad y eso lo hizo grande. Ramos Perea, como su discípulo, emula esa honestidad y ese compromiso con relatar los hechos ahora, en el 2024 y eso es poderoso.
Esta obra teatral que cuenta con el endoso del Instituto de Cultura Puertorriqueña permite que todos podamos disfrutar de nuestra cultura y de nuestra historia gratuitamente. Por eso merece más apoyo de los medios y de la prensa para que más personas se enteren/
Duele que aquí les presten más atención a cosas como la Casa de los Famosos que a apoyar a nuestros artistas en el teatro. No sólo en esta compañía, sino en todas. En el caso de la Compañía Nacional de Teatro, veo pieza tras pieza, año tras año, y los actores cada vez son mejores en sus presentaciones de esos retratos vivos de nuestra historia. Eso merece un aplauso y todas las loas del mundo. Es hermoso verlos.
Y me pongo a pensar en cómo todos los artistas puertorriqueños dan de su espacio para mantenernos vivos como pueblo. En unos cuantos años, me pregunto, ¿qué dramaturgo y qué actores representarán quiénes somos? ¿Quién nos recordará de dónde vinimos?
La historia no puede ser lo que aparece escrito en las portadas de periódico únicamente. Importante no es sólo quién ganó la amañada primaria o cuántos muertos hubo en el fin de semana. El teatro cuenta nuestra realidad y quién lo respalda, se reafirma. Eso es lo que ha hecho este elenco maravillo. Todavía pueden ir a ver esta obra. Se presenta en el Teatro Arriví en Santurce, funciones viernes y sábado a las 8:30 de la noche, y domingo a las 4:30 de la tarde. Vayan, para que no les cuenten y se disfrute viéndose representado.