Esto debería servir de lección a todos. Si te tiras fotos desde un celular, sabes que pueden ser públicas o convertirse en noticia. Ese falso sentido de seguridad no existe. Esas fotos pueden colarse en cualquier momento. Y si fue por amor, pues eso no lo era. Si las poses fueron por placer sexual, tampoco. El sexo es rico, pero por encima de todo, está el respeto. El respeto ajeno y el respeto propio.
¡Ay, qué rico es el sexo! Quien diga lo contrario, miente descaradamente. Pero parece que a muchos lo que les gusta es la cuestión ‘kinky’. Eso de usar uniforme, esposas y macana. O látigos, al estilo de la trilogía ‘50 Shades of Grey’, que ya mismo viene en película de cine. Es que el sexo es algo que le gusta a todo el mundo. A quienes lo hacen, a quienes miran cual ligones, y a quienes lo venden. Sea mujer, sea policía o sea medio de comunicación que mueve el morbo colectivo para vender primeras planas o ganar ratings.
La mujer policía que usó la macana y posó haciendo actos ‘kinky’, indecorosos, con todo y bandera de los Estados Unidos, pensó que estaba gozando. O que hacía gozar a su pareja. Quizás jamás imaginó que su placer sería noticia. ‘¡Ay qué rico!’, pensaría mientras posaba y se masturbaba, y por su mente nunca pasó que el país completo se enteraría. Creía ella que era sexo o amor, y nada más.
Es que el sexo es un acto natural entre dos adultos que consienten y se expresan afecto o gozo. Unos lo llaman amor, otros, placer. O ambos. El problema con el sexo es cuando deja de ser rico y se convierte en maltrato. Cuando va de un una manifestación entre una pareja que quiere intimar, y se transforma, muta, hacia una burla o el despecho. Y eso es un abuso en cualquier liga. Esa injusticia es lo que el país ha visto esta semana entre policías cuyos actos amatorios forman ahora parte de noticias estelares y primeras planas, memes en redes sociales, chistes vulgares, disgusto de moralistas y vergüenza para la ya atribulada Policía y el gobierno.
No es el primer caso de este cuatrienio, ya que todos recuerdan el de la mujer policía en La Fortaleza. De ella todos recuerdan su nombre, Tatiana Pratts. Del tipo degenerado que colgó sus fotos en las redes sociales, nadie lo recuerda. Y es que es así. A los hombres los protegen, las mujeres, dicen muchos, que no sean brutas, por no usar la palabra de cuatro letras que empieza con ‘p’. Es como un ‘buddy system’ colectivo en contra de las mujeres. Y eso pasará con la implicada ahora.
Tampoco es el primer caso en la semana ya que también salió a relucir en la prensa un audio de una pareja de policías teniendo sexo en una patrulla. Pero el de la mujer policía masturbándose con una macana, o cubriéndose con la bandera de los Estados Unidos, parece una escena de una película barata. Da asco, y pena. Pero no es la primera ni la última vez que pasa.
Es de conocimiento público que en la Policía de Puerto Rico, históricamente, siempre ha habido escándalos internos de índole sexual. Siempre han proliferado las relaciones extramaritales y el sexo entre agentes. Con solo recordar el asco general que provocaba el coronel Meliá, se comprueba. Solo que antes la chillería no trascendía o rara vez lo hacía, y ahora, con cámaras en todos los celulares y las redes sociales, se hace público cuando se quiere avergonzar o maltratar a alguien.
¿Dónde queda la dignidad del ser humano en todo este espectáculo sexual? No sólo de la mujer cuya cara y fotos son de dominio público, sino incluso del hombre y de la Fuerza. ¿Fue por 15 minutos de fama? ¿Es que acaso en la Policía no entienden o no les importa? ¿Fue, como dicen algunos, un caso de venganza o ‘revenge porn’? ¿O fue pornografía?
En estricto derecho, esto no se trata de pornografía, sino de obscenidad. Se trata de la violación de otras leyes como lo son la privacidad, el acecho y del delito de obscenidad, según confirmaron varios letrados.
En Puerto Rico se confunde una cosa con la otra, y al momento de discutir el tema de la obscenidad en los medios de comunicación se le asocia rápido al fundamentalismo religioso, sin mirar otras implicaciones. Pornografía, según el Código Penal, se refiere a la venta, distribución y propaganda de material pornográfico, así que decir que las fotos son pornográficas es traerlo por los pelos. Quien único se beneficia económicamente de las imágenes son los medios noticiosos que las difunden como noticias para vender, pero eso está protegido por la libertad de prensa, entre otros. Es que los medios saben que el sexo vende, por eso, se explotan las noticias como esta para despertar el morbo colectivo.
El caso tampoco es ‘revenge porn’, como alegan algunos, porque es más complejo. Legislar solo para atender este aspecto resulta en un parcho más de los muchos que empujan siempre desde la Legislatura.
Hace casi dos años que se entregó a la Asamblea Legislativa un anteproyecto que establecía una política pública para combatir el acoso cibernético de manera integral. El proyecto lo presentó Wapa Televisión y Eduardo Bhatia se durmió en sus laureles. Se fue debilitando entre enmiendas propuestas para cosas específicas y no ha trascendido nada importante al respecto. El anteproyecto proponía incluir las leyes actuales sin necesidad de seguir legislando por temas. La Ley de Violencia Doméstica, la de Protección a Personas de Edad Avanzada y el mismo Código Penal contienen disposiciones que aplican a los casos de naturaleza cibernética.
“Hay que legislar inteligentemente”, dijo amiga, Julizzette Colón-Bilbraut, quien indudablemente es una autoridad en materia de Internet, redes cibernéticas y el derecho aplicable, y quien redactó el antreproyecto. La también licenciada expresó que es imperativo que en Puerto Rico se adopte de una vez y por todas, una política pública contra el acoso cibernético.
El caso de la mujer policía en cuestión, es una manifestación de acoso cibernético. Y más que eso, su situación sigue siendo maltrato. Maltrato psicológico porque quien difundió las fotos quiso ejercer poder sobre ella y avergonzarla, solo que cambia el medio por donde se maltrata. Me parece que el fiscal podría llevar este caso por el artículo 3.1 de la ley contra la violencia doméstica. ¿A que no se atreve? Pero aparte de eso, está el asunto de la exposición. Sin lugar a dudas, a esta mujer policía tendrán que botarla, como pasó con los otros casos. Violó el reglamento de la Policía.
Esto debería servir de lección a todos. Si te tiras fotos desde un celular, sabes que pueden ser públicas o convertirse en noticia. Ese falso sentido de seguridad no existe. Esas fotos pueden colarse en cualquier momento. Y si fue por amor, pues eso no lo era. Si las poses fueron por placer sexual, tampoco. El sexo es rico, pero por encima de todo, está el respeto. El respeto ajeno y el respeto propio.
NOTA: Esta columna fue publicada en El Vocero, el 27 de enero de 2015, http://elvocero.com/que-rico-el-sexo-kinky-de-obscenidad-y-policias/