La muerte y todo lo relacionado a los intentos de dar un recuento de la textura y el significado de la vida de quien ha fallecido, donde se describe su biografía y se exalta lo bueno obviando lo malo, han tomado proporciones épicas en los medios de comunicación en Puerto Rico. ¿El objetivo primario?: Mantener vivo al muerto, revivirlo en las mentes de los que leen noticias, ven telediarios, escuchan radio, miran Internet o comentan del tema. Los obituarios parecen ser cada día más complejos y forman parte de lo que es noticia y de lo que forma la opinión pública en nuestro país.
Y no sólo la parafernalia relacionada al proceso de morir y la agonía son noticia, sino que las lágrimas y el dolor de las familias del infortunado es a lo que la prensa corre a cubrir. Pasó con el muerto parao’, con el de la ambulancia y el de la motora. Pasó con el niño Jeffrey Alexander, el mismo que cayó de la cama y estuvo 15 días hasta que lo desconectaron de las máquinas. Y en días recientes, el drama y las lágrimas en público le tocaron a la familia del boxeador Héctor “Macho” Camacho.
La prensa se ha encargado de crear los obituarios, explicarlos en detalle y proporcionar algo de entretenimiento morboso. ¿Cuál es la obsesión con poner gente a llorar frente a las cámaras? ¿Por qué es tan necesario o casi vital para los medios de comunicación en Puerto Rico poner tanto dolor en primer plano? ¿Dónde está la responsabilidad, el respeto y la compasión?
En el caso del Macho Camacho la cobertura mediática [no sólo en programas de noticias sino en todos los medios] fue desproporcionada, un verdadero circo mediático por la excesiva cantidad de artículos, vídeos, noticias y análisis. Fue tema de portada durante cinco días en todos los diarios del país, eclipsando otros asuntos importantes tales como la transición en el gobierno o el resultado del plebiscito reciente.
Titulares como “Tiene muerte cerebral”, “Enluta a Puerto Rico y al boxeo”, “Familia desconecta al Macho”, “Mi padre está vivo”, “The end is near”, “Boxing legend dies”, “Donan los órganos”, “Los órganos no sirven”, “Lifelink no dice nada”, “La hermana vio mover una piernas”, “Macho nunca estuvo pelao”, “Why the murder of Macho Camacho underscores the case for Puerto Rican Statehood”, y “Los médicos se pelean” son sólo algunos de los miles de titulares publicados aquí y en el exterior.
A los titulares se une la especulación y los excesos. La primera noticia era determinar si vivía o no, luego indagar en la prisa por desconectarlo de las máquinas, las pugnas entre sus familiares, el uso de sus órganos, y los pormenores morbosos que ofrecía a la prensa el director del Centro Médico, Dr. Ernesto Torres, explicando con lujo de detalles por donde entró y salió la bala. Habría que preguntarse si la privacidad y la ley HIPPA aplican a figuras públicas con tanta información que Torres brindó. ¿Cuánta información es demasiada información? ¿Cuál es el rol del gobierno en estos casos?
Este obituario ha sido tan extenso que parecía querer crear un mito en torno a la figura de Camacho, si se compara el espacio y tiempo dado a esta noticia con otras muertes de figuras prominentes. Además, la semana pasada en Puerto Rico asesinaron 28 personas además del boxeador. Me recordó la excesiva aunque casi leniente cobertura del caso por posesión de drogas y armas del baloncelista José “Piculín” Ortiz, con ese deseo de la prensa de salvar héroes en un entorno de narcos, o de pasar la mano, obviando lo negativo de la droga. La magnitud del narcotráfico no se cubre como en otros países porque aquí, a la hora de la verdad, los medios no van a proteger a sus reporteros, y hay demasiada corrupción en la Policía y en las autoridades federales. Por eso las coberturas se basan en noticias brindadas por portavoces oficiales, sean éstas maquilladas o no buscadas en la periferia.
El Macho sin duda fue un campeón que pasará al Salón de la Fama del boxeo. Será recordado por su exuberancia, porque hacía sonreír a la gente con sus ocurrencias y por su habilidad para promover cualquier tipo de espectáculo. Pero también debe ser recordado por las circunstancias en las que murió, que representan la realidad que vive Puerto Rico y de la que nadie quiere hablar en detalle, que es hasta dónde los tentáculos del narcotráfico y la violencia están infiltrados en nuestra sociedad.
Varios periodistas deportivos de prensa escrita y televisión con quienes conversé en estos días también me recordaron que el tema del Macho cayó en una semana floja de noticias. No había sesión legislativa, las elecciones pasaron, la mayoría de los funcionarios están de vacaciones y la gente está más pendiente a las compras navideñas que a ver noticias, pero siempre se necesita el rating y vender.
Por eso digo que el Macho sí fue un campeón, pero todavía intento digerir la magnitud de la cobertura mediática de este obituario continuo, y no hay quien me quite de la mente de que lo que está demás, está demás. El respeto a la vida también implica dejar morir en paz.
(Publicado en El Vocero el 28 de noviembre de 2012 - http://www.vocero.com/obituario-reviviendo-al-muerto-en-la-prensa/)