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"Daddy changed the world", dijo hace unos meses Gigi, la niña de 6 años de George Floyd. |
Eso es lo que dicen todos los titulares y lo que mencionan los analistas en los medios en todo el mundo. Dicen que se hizo justicia con el veredicto de culpable en todos los cargos que pesaban contra el expolicía, Dereck Chauvin. Se decidió lo obvio: el asesinóa George Floyd. La pesada muerte todavía se siente en el corazón de los que vimos, como espectadores de un circo romano, el minuto a minuto que consumió a la Internet cuando Floyd gritaba que no podía respirar. Ocho minutos con cuarenta y seis segundos duró esa agonía.
“I can’t breath”, gritaba, mientras la rodilla de Chauvin seguía apretando, aprontando y apretando su cuello. “Mamma”, gemía, George Floyd, clamando al espíritu de su madre muerta unos meses antes, para que lo librara de esa asfixia. La llamaba para que lo cuidara en su regazo, como cuando era niño.Y con cada grito, y con cada gemido, muchos sufrimos la impotencia de ver apagarse una vida ante nuestros ojos, pegados a las pantallas de celulares, computadoras o televisores. Esa agonía todavía pesa. Recordarla, duele. Nos saca las lágrimas porque sabemos que esto no se detiene.
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Momento en que se llevan al expolicía Derek Chauvin tras leer el veredicto de culpabilidad. |
Ayer mismo, mientras el juez Peter Cahill en Mineápolis leía el veredicto de culpabilidad en los tres cargos que pesaban contra Chauvin, en otra ciudad estadounidense otro policía mataba a otra persona negra. En ese caso fue una adolescente de 16 años, Ma’Khia Bryant, que vivía en Columbus, Ohio. El policía respondía a una llamada de un intento de apuñalamiento y sin mediar palabras, le disparó tres veces a la menor, informó el periódico The Columbus Dispatch. La semana pasada, otro policía le gritó al hispano Adam Toledo que levantara las manos, y tan pronto él lo hizo, le disparó en el pecho y lo mató. Se alegó que lo corrían porque era parte de una ganga de maleantes, pero su muerte generó conmociónporque tenía 13 años. |
Adam Toledo obedeció y levantó las manos para recibir un tiro en el pecho. |
Si se piensa bien, no hay un mes que pase sin que haya un incidente de violencia oficial contra algún negro, latino, asiático o nativo americano en los Estados Unidos. Es inevitable pensar en el sistema corrupto y racista que impera en todas las fuerzas policíacas de esa nación. Más allá de los individuos, porque hay muchos policías buenos, blancos y minorías, pero el problema es el sistema. Un sistema basado en el racismo que perpetúa la segregación.
Los blancos se sienten amenazados por las minorías. A los negros, no les perdonan la emancipación y la van a combatir. Por eso ya los expertos en terrorismo internacional saben que se acerca una guerra racial en los Estados Unidos. Algunos, como el exagente de inteligencia militar Malcolm Nance, consideran que la guerra empezó hace años, financiada en parte por los rusos y los extremistas de la derecha.
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El expolicía Derek Chauvin mira desafiante a la cámara. |
Pero para los afroamericanos, al menos, hubo algo de justicia con el caso de Floyd. Fue un jurado representativo, con mujeres, blancos y negros, no como suele pasar en otros casos. Hubo testigos de la misma policía de Minneapolis, que contrario a otras veces, testificaron en contra de Chauvin. Esas son grandes victorias para los negros. Después de todo, desde 1991 cuando se dio el caso Rodney King en Los Angeles, hasta ahora, siempre la policía salía bien en estos juicios.
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Rodney King. |
El presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris le prometieron a la familia de Floyd que impulsarán la aprobación de la legislación para combatir estos casos. “El racismo sistémico es una mancha en el alma”, dijo Biden.
Siempre ante los vientos de cambios, hay resistencia. En el proceso, los pueblos pasan dolores y agonías, pero se sigue avanzando. La pregunta es, ¿avanzará en esto la sociedad americana?
¿Y nosotros? Los puertorriqueños, ¿cómo entendemos y asumimos lo que pasa en la metrópolis de la que somos colonia? ¿Son estas diferencias raciales parte de nuestro entendimiento, cuando se discute la relación entre Puerto Rico y los Estados Unidos? La respuesta es no.
Se habla de la noticia histórica, pero realmente no se profundiza en lo que el caso de Floyd representa para los puertorriqueños porque este es también un sistema racista que se niega a sí mismo. No se acepta realmente como es.
Además, no conviene a ningún sector aceptarlo. Los independentistas no pueden hablarlo porque tendrían que reconocer sus discrímenes históricos. Lo mismo le pasa a los estadolibristas. Los estadistas no tocan el tema ni con una vara larga porque tendrían que reconocer que nunca han entendido que los ven como negros de una colonia caribeña, no como blancos millonarios iguales a los congresistas. Nadie acepta que en el estatus sí tiene que ver con el tema de raza.
Pero mientras aquí volvemos a escondernos para que Narciso no descubra su trasero, como diría Isabelo Zenón Cruz en su insigne libro sobre la cultura puertorriqueña, la raza acapara la discusión en Estados Unidos y en otros países del mundo.
“Mi papi cambió el mundo” (“Daddy changed the world”), gritó ante las cámaras de televisión en junio pasado, Gigi, la hijita de seis años de George Floyd. Hoy hay que preguntarse, ¿cambió el mundo George Floyd? Mi esperanza es que sí.
COMENTARIO DE MI AMIGO EL RAPERO Y ACTOR NORTEAMERICANO, KALIBUR...