El arresto de Tata Charbonnier nos tiene que poner a pensar en los honorables buscones que abundan en la Asamblea Legislativa. Esos que se matan por entrar en la Legislatura, porque saben que tendrán chofer, empleados, una oficina con beneficios, y cuando llegan a los sitios, los llaman “honorables”. ¿Honorables? ¿Por qué llamarlos así cuando realmente hay tantos buscones?
Luchan y se afanan por ser y tener aquello lo que en el sector privado no conseguirían, porque no tienen ni los méritos, ni la educación, ni mucho menos la experiencia laboral. ¡Por eso hay tantos buscando un puestito de legislador! Y ya no importa el partido que sean, porque se comportan iguales.
Una vez pisan el mármol del Capitolio, parece que el salitre les da amnesia. Se olvidan del pueblo y les pasa como a Johnny Méndez, que al que parece que le dio el síndrome de Perelló. Esa condición que padecía el anterior presidente cameral bajo los populares, el que no sabía nada ni se acordaba de nada. Parece que eso afecta ahora al incumbente.
¿Cómo es que el actual presidente de la Cámara no se dio cuenta de lo que estaba pasando en la oficina de María Milagros Charbonnier? ¿No se supone que la Cámara tenga una oficina de finanzas o de recursos humanos y que fiscalice el uso de los presupuestos en ese cuerpo legislativo? ¿No tenían mecanismos para enterarse lo que pasaba en la oficina de Tata o es que no lo vieron? ¿Sería acaso porque ella era cristiana? ¿Cuántos otros legisladores estarán haciendo lo mismo y esos casos pudieran salir pronto?
¿Cómo es que Johnny Méndez o de su oficina nunca se preguntó cómo de la noche a la mañana Tata le subió el sueldo a su ayudante Frances Acevedo de $800 a $2,900 al mes? Los federales dicen que Tata le infló el salario a su ayudante a cambio de kickbacks. Acevedo tenía que devolverle una comisión de entre $1,000 y $1,500 en ATH, por transferencias bancarias o en sobrecitos en cash.
Mientras el pueblo sufría los estragos del huracán María y miles de familias puertorriqueñas lo perdieron todo o se tenían que ir de aquí ese septiembre de 2017, Tata Charbonnier acordó los pagos de su ayudante. Desde entonces hasta julio de 2020 recibió más de $100,000, dice el pliego acusatorio. Entonces, cuando llegaron los arrestos del FBI, ahí es que Johnny Méndez y otros legisladores le piden la renuncia a Tata Charbonnier.
Y de pronto ayer apareció Tatito Hernández, y con su boca de comer, espepitó en la radio que casos como el de Tata reflejan que a los legisladores los chavos que ganan no les dan para vivir. Cuando se dio cuenta del error, vino esta mañana a rectificar. Si a los legisladores les quitaron las dietas, como quiera tienen un salario tres y cuatro veces más alto que los $7.25 por hora que ganan la inmensa mayoría de los puertorriqueños. Si Tatito Hernández no puede vivir con el salario de legislador, que se vaya a hacer otra cosa. Eso sí sería de honorables.
Por eso no podemos olvidar el caso del exrepresentante Eduardo Ferrer, el hermano del fenecido presidente del Partido Popular Héctor Ferrer. Cuando en el gobierno de Alejandro García Padilla se propuso reducir el sueldo de los legisladores, Eduardo Ferrer, hizo lo correcto. Dijo que el sueldo de $73,000 anual no le daba para vivir y renunció. Busco entonces contratos como asesor. Si los chavos no le dan para vivir, no se meta. No sea buscón.
Lo que trae ahora al tema de los pastores y religiosos a los que también les cubre el sayo. ¿Qué casualidad que los que se promueven como seguidores de Dios, esos que se llaman entre sí “hermanitos”, a la hora de cometer un crimen son los más burdos y repugnantes? No sólo suelen traicionar al pueblo, sino al mismo Dios que veneran. Le hacen daño a las iglesias porque esos que dicen ser honorables, son buscones también.
¿Dónde están los líderes religiosos que al menor piquetito de las feministas o ante cualquier queja de los activistas gay salían como fieras a declamar en la radio o a pulular por los pasillos del Capitolio? ¿Dónde se escondieron ahora con el arresto de Tata Charbonnier?
¿En dónde quedó la Oficina de Base de Fe de la Legislatura? Esa que reabrió en enero del 2017 y cuyos miembros estuvieron trabajando de cerca con Charbonnier mientras se enmendaba el Código Civil, ¿en qué quedó? ¿Dónde está el pastor Heredia, el pastor Ricky Rosado o hasta el padre Carlos Pérez, que tenía contrato como asesor? El sacerdote es un experto en derecho, un jurista, y su contrato era por $1 dólar. Me pregunto si toda la influencia que ejercieron desapareció ahora con este arresto.
¿No eran estos líderes y legisladores como Charbonnier los que se ofendían cuando uno recordaba la cita bíblica en Mateo 7:15, sobre los “Lobos Rapaces”? "Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán”. ¿Por qué ahora callan?
¿Qué han dicho sobre Tata? ¿Opinaron de por qué Charbonnier y su marido metieron a su hijo de educación especial en este esquema? ¿Han dicho algo sobre las primarias? ¿Por qué atacaban a los que defendían los derechos reproductivos de la mujer o al matrimonio igualitario, pero callan ahora ante este robo descarado que revelaron los federales? ¿No los convierte ese silencio en honorables buscones también? Un buscón se define como alguien que hurta o estafa con astucia y habilidad. Un ladrón, un ratero, un delincuente, un timador.
A Charbonnier y a los demás acusados les asiste la presunción de inocencia y tendrán su día en corte para defenderse. Pero el sólo hecho de estar acusados de fraude, soborno, lavado de dinero y obstrucción a la justicia, nos tiene que hacer pensar a todos. ¿Qué hace a una persona honorable? Más que nada, ¿qué los hace un honorable buscón?