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Virus, Beatriz y sanguijuelas

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Instagram de Beatriz Rosselló

(Nota: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el 1ro de diciembre de 2019- 

Beatriz Rosselló llegó esta semana y con la tranquilidad de las escoltas pagadas por todos nosotros, vino a disfrutar la vida, a compartir con amigos y familiares, y a posar para Instagram. Derecho a hacerlo tiene. Permiso de pasar el día Acción de Gracias con los suyos tiene, sin preocuparse de la criminalidad que amenaza a todos los demás en esta tierra. Ojalá que haya disfrutado.  Todo ser humano tiene derecho a pasarlo unido a los suyos, en familia. Nadie puede criticar su derecho a pasarlo en familia, pero ¿quién vela por el derecho de los demás a pasarlo en familia? ¿Cuántos boricuas tuvieron que trabajar a $7.25 la hora el jueves de Thanksgiving y no vieron a sus seres queridos? ¿Cuántos no tuvieron el dinero para ir a Orlando o para traer a los suyos desde allá ese día? ¿Cuánto nos costó a todos su escolta policíaca y cuántas personas necesitadas pudieron haber comido con ese dinero de su escolta?
Y yo me pregunto: ¿lo pasaron igual aquellos a los que se les murieron familiares hace dos años? Los que se murieron esperando por las ayudas de Unidos por Puerto Rico, por el agua y la comida que se perdió en los vagones aquellos que se repartieron entre ellos mismos, y que después Wanda Vázquez se negóa investigary se perdieron. ¿Los familiares de esos 4,645 muertos ya se habrán recuperado, y a dos años estarán posando para las fotos en Instagram?

¡Qué va! Eso no importa. La gente pasó página. La desmemoria. Los medios corporativos lo lograron. La operación propaganda a todo fuego, funcionó. Se ejecuta en múltiples formas, desde el bombardeo de chismes sexuales y cuernos entre presentadores de televisión, hasta la abogada motorizada insultando y exigiendo reescribir la historia, llamando “amarillista” a la prensa que dice la verdad.

Ya lo dijo Nina Droz. La queja fue un virus del verano. Nos movió, pero volvimos al olvido, al miedo, a la comodidad. Quizás es la frustración colectiva. Quizás son demasiadas sanguijuelas chupando a la vez, y como dijo Raulie Maldonado, se pueden eliminar. El problema es quién, cómo y cuándo. Cierto es lo que dijo: “el pueblo tiene que querer el cambio”.

Pero gana el miedo. Gana la costumbre. La desilusión es grande. Todo se olvida y volvemos a las fotos posadas, a los ‘selfies’, y ahora que quitaron las sombrillas de Beatriz, posamos frente a la bandera. Linda, por cierto, ondeando sola, aunque nos cueste $9,000. Eso no importa porque sigue la jauja. Es un destino en la peregrinación boricua caminar en lo que llaman la calle Fortaleza para retratarse frente a la bandera y decir que se resiste. ¿No fue así como renombraron esa calle del viejo San Juan? Calle Resistencia. Son 526 años de resistencia. Estamos acostumbrados como pueblo colonizado a aguantar.

Nos picó el mosquito con el virus del olvido. El virus del “borrón y cuenta nueva” que clama Pierluisiy el PNP. El virus del silencio cómplice de los populares. El virus de la distancia de los demás.



Por eso nadie dice nada de las fotos de Beatriz. Le pregunté a varios amigos qué sentían al verla en las fotos, o si era una afrenta, un reto, un decir “regreso y se tienen que callar la boca”. ¿Es su regreso y sus continuas fotos, una especie de afrenta al pueblo de que nos tenemos que chupar la enfermedad de la corrupción? ¿Son acaso un ultraje a la memoria de tantas víctimas? ¿O acaso son simples imágenes de una joven posado en las redes sociales que nos recuerda que por ser del gobierno millennial, todo se lo merece? ¿Es un sarcasmo hacia los que su marido y sus “brothers” ofendieron en el chat”?

De lo que no cabe la menor duda es lo que dicen los que saben, que su marido prepara el regreso. Quizás vendrá revestido con ropajes de desmemoria, rumbo al Senado, como hizo su padre. Y al pueblo lo picó el virus del olvido.

La única forma de evitar que una sanguijuelanos chupe la sangre es rehuir de donde viven esos parásitos. En el caso de los virus, es más complicado porque son como secuestradores. Invaden las células vivas y normales, y las usan para multiplicarse y producir otros virus como ellos. Esto puede matar, dañar o mutar las células y enfermarles. Pero cuando se contrae un virus, no siempre uno se enferma. El sistema inmunológico puede ser capaz de combatirlo.

Hay que vacunarse contra el olvido. Inmunizarse contra los gérmenes que nos enferman el alma. Este pueblo tiene que curarse.

Y veo el combate ahí, como un sistema inmunitario, resistiendo. Lo veo en las mujeres que luchan. En las plumas que no se agotan. En las preguntas que se hacen sin miedo por pocos periodistas. En las pocas voces que no se callan ante esos depredadores. Son pocas, pero están ahí.  Seguimos en pie de lucha.




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