(NOTA: Esta columna fue publicada originalmente en NotiCel el 7 de julio de 2019- https://www.noticel.com/opiniones/blogs/en-blanco-y-negro-con-sandra/adios-compania-de-turismo/1092609438)
Para todos los efectos la Compañía de Turismo no existe. De ser una agencia, se convierte en una oficinita dentro del Departamento de Desarrollo Económico (DEC), pero aquí nadie se dio cuenta. Esa agencia que fundó don Luis A. Ferré en el 1970 y que ha sido responsable de poner a Puerto Rico en el mapa del turismo global, el actual gobierno la eliminó de un plumazo, y poco se habla de las profundas y serias implicaciones que esto tendrá para toda una industria que es de las pocas que siempre da la cara por levantar nuestra economía.
Es de esperarse que nadie lo notara porque llevamos meses intensos. Con sólo pensar en lo que ha pasado en las últimas dos semanas –[desde la supuesta “mafia” en Hacienda, los cheques en la gaveta, las amenazas de “volar la cabeza” a los desleales al gobierno, el desfile de Llerandi ante un gran jurado y el alcalde Mayagüez ante el FBI, más el montón de despidos y renuncias]– tenemos que concluir que seguimos en medio de un huracán político y de gobernanza. Pero precisamente en momentos de caos como este es que más se tienen que proteger aquellas industrias que aguantan, que amortiguan el golpe como un “buffer”. El turismo siempre ha demostrado serlo.
Antes de María, Puerto Rico recibía cerca de 5 millones de visitantes que dejaban sobre $4,000 millones a nuestra economía. Los hoteles, los casinos, los restaurantes y demás negocios relacionados al turismo dejan cerca de $7,400 millones a la economía. El sector emplea a sobre 80,000 personas y con la apertura de nuevos hoteles se prevé que aumenten otros 3,000 este año. Proyectos nuevos, los hoteles que abrieron o están por abrir tras el huracán, los hoteles que vienen para el 2020, las “zonas de oportunidad” y la inversión de $1,500 millones para 6 nuevas hospederías en Río Grande en 10 años, apuntan a que este sector tiene el potencial de seguir creciendo.
Viendo ese escenario, una pensaría que al gobierno le conviene dar más énfasis a fortalecer a la entidad que reglamenta y fiscaliza los ingresos que deja el turismo en nuestra economía, pero no ha sido así.
Desde que comenzó la administración el enfoque ha estado en turismo tipo Airbnb y otros tipos de alquiler a corto plazo fuera de hoteles. Esto es una tendencia global que no se puede detener, pero que podía haberse hecho protegiendo a los hoteles. Mientras más personas van a ese tipo de negocios, menos van a los hoteles que es donde se genera dinero para el gobierno. Por eso, en los primeros 6 meses de 2019 la oferta sigue subiendo, pero la demanda baja. O sea, hay más gente hospedándose en hoteles, pero la cifra es mucho más baja que en los años 2016 y 2017. Los números no mienten, aunque el gobierno intente maquillarlos.
Esta administración creó el DMO, la entidad para hacer el mercadeo turístico que por décadas la industria pedía. El problema es que creó un DMO altamente politizado que se lleva casi todo el presupuesto en nómina. El DMO actual y el énfasis en el negocio Airbnb podría decirse que son resultado de haberle entregado la industria al contribuyente político John Borshow, quien promovió el eufemismo de “economía del visitante” para traer enfoques errados en la promoción turística que afectan al sector.
Pero el peor mal que ha experimentado la industria es la politiquería en la agencia. Esto no es nuevo, ya que la Compañía de Turismo y sus presupuestos siempre se veían como premios para las agencias de publicidad que hacían las campañas políticas, como pasó todos y cada uno de los gobernadores desde Hernández Colón hasta el actual Rosselló. La Compañía de Turismo, además, ha sido nido de rémoras de los partidos políticos durante décadas, nombrando en puestos importantes a los leales al gobernador de turno, si necesariamente tener las destrezas.
Hace cuatro meses, por ejemplo, el director de Recursos Humanos obligaba a los empleados de confianza a comprar boletos para el cumpleaños del Gobernador a $150.00 por persona. Las ventas se hicieron en su misma oficina. Por otro lado, está el director de Juegos de Azar, un excandidato político con imputaciones serias a sus funciones. Según varios empleados, esto pasa a espaldas de la directora Carla Campos, quien siempre se ha proyectado como una directora de excelencia y gran capacidad de trabajo, y tiene una imagen positiva. ¿Sabrá ella todo lo que sucede a sus espaldas, según dicen los empleados? ¿Lo sabrá el secretario del DEC Manuel Laboy?
Desde el año pasado empleados, dueños de hoteles que son los que reciben a los visitantes, taxistas y expertos en la industria han advertido la debacle que viene con el cierre de la Compañía de Turismo. Se perderá autonomía para fiscalizar áreas como el turismo interno, asegurar el crecimiento del acceso aéreo, continuar el crecimiento del sector de cruceros, asegurar la calidad de atracciones, mantener los centros de información, fiscalizar los juegos de azar, entre otras funciones. Recordemos que el dinero del turismo viene de los casinos y del “Room Tax”, de los hoteles.
A la Compañía de Turismo le pasó como a la industria de los gallos. El gobierno se olvidó que existía. Vinieron a acordarse cuando en el Farm Bill, de golpe, prohibieron esa tradición. Ahora han tenido que reaccionar para tratar de detener su eliminación. En riesgo están carca de $100 millones que recibe el fisco al año y sobre 26,000 empleos. Ojalá que al turismo no le pase lo mismo.
Ahora mismo en turismo en casi todo el Caribe enfrenta problemas y Puerto Rico podría capitalizar si tuviera una estrategia más coherente y dirigida a sus mercados claves. Cuba ha visto mermas por la nueva política de Trump, en Jamaica ha aumentado la violencia, en Haití hay caos político desde febrero, la República Dominicana enfrenta crisis por las muertes y robos a estadounidenses en hoteles, y en Venezuela hay un estado de sitio. Este era un momento clave para Puerto Rico. En medio de todo, le regalan la industria a agente que no sabía.
Es un hecho que el gobierno está en quiebra y no hay dinero. Es un hecho que hay que recortar agencias. Y es un hecho que hay que eliminar la politiquería y la corrupción. Pero nada de eso se puede atender si no se protegen a los sectores que generan ingresos y a las entidades del gobierno que los fiscalizan. Entre ésas, sin duda está la Compañía de Turismo.