Elliot Castro |
"Los hombres pasan, pero los principios quedan y triunfan", Ramón Emeterio Betances
Hoy es un día de esos que estrujan el corazón de cualquiera. Cuando un ser humano extraordinario parte de este mundo, se queda un vacío irreparable en el centro del pecho. Duele. Y si se es periodista de acción o de vocación, de vida, el dolor es más agudo porque se sabe que ese que partió era uno de los mejores periodistas y narradores del acontecer diario, amén de ser una persona excepcional e irrepetible. Se queda uno sin aire, sin palabras para describir lo que se siente. Así me siento yo al tratar de escribir estas breves líneas sobre Elliot Castro, quien ya no mora físicamente entre nosotros.
Duele, porque a Elliot todo el mundo lo quería. No hay nadie que pueda señalar algo malo de él. Es más, todo el que lo conoció tiene que decir que era tremendo tipo. Comiquísimo y cariñoso. Nunca se veía enfadado o molesto, pero sí con una sonrisa de oreja a oreja que siempre dejaba ver sus dientes separados, y quizás precisamente por eso, caía bien sólo de verlo. Pero una vez lo conocías, tenías que quererlo. Se daba a querer por ser como era.
¿Quién no puede querer a un ser que demuestra en su persona las ironías que cargamos todos en esta ínsula colonial? Era independentista de clavo pasao’, amarrado a Claridad como el principal órgano informativo de la nación puertorriqueña pero entonces, Elliot era fanático ciego de los Yankees de Nueva York en el béisbol. El mayor relajo que se podía escuchar en las ondas radiales de su programa Descarga Deportiva o, más recientemente, la Descarga Original, era cuando los Yankees perdían algún partido. Lo cogían siempre de punto.
Pero la realidad es que Elliot era querido y respetado por todos. No importa los sectores políticos o ideológicos porque sencillamente fue todo un caballero, como son los verdaderos hombres libres. Por eso estadistas o independentistas recalcitrantes en cada esquina, populares inamovibles de centro, o lo que sea, todos caían rendidos ante esa sonrisa de Elliot, y más que nada, su personalidad inmensa.
Hace 17 años, para el 2000 y bajo mi segundo año de presidenta del Overseas Press Club, Luis Fernando “Peri” Coss, lo nominó al premio a la excelencia deportiva Rafael Pont Flores. Cuando se enteró de la nominación, Elliot estaba sorprendido, y hasta me llamó para ver si era cierto. Pensaba él que no encajaba alguien de Claridad en el OPC, una organización que fue fundada por periodistas americanos o que hablaban en inglés. Mi respuesta fue que el laudo no pudo ser más elocuente: "Se desarrolla con excelencia y es ejemplo del verdadero periodismo y la ética en cualquier medio en el que se reporte, sea prensa, radio o televisión. Elliot Castro es un maestro en la crónica deportiva...." Y era así. Excelente. El beso y el abrazo que nos dimos cuando le entregué ese Premio Especial siempre lo llevé y lo llevaré en mi corazón.
Pero se lo merecía con creces porque todo el que lo conocía sabía que era extremadamente inteligente y por eso se movía con facilidad en la cobertura ejemplar de un deporte a otro, aún aquellos menos populares entre la fanaticada local, como la natación, el judo o la equitación. Los cubría con precisión igual que a las tres B: béisbol, baloncesto y boxeo, que son siempre los favoritos de los cronistas y fanáticos del país.
Para mí, sin la menor duda, Elliot es el mejor cronista deportivo que ha tenido Puerto Rico. Si no es el mejor, está entre los mejores tres o cuatro. La diferencia es que Elliot se desempeñó con igual ética y excelencia en prácticamente todos los medios: prensa, radio, televisión, web.
Por eso fue que cuando enfermó y estuvo internado en intensivo en un hospital en Bayamón, tras sufrir un derrame cerebral el pasado 30 de mayo en su hogar, sentí ese temor que tenían todos sus amigos periodistas. Era el miedo ese que da cuando sabes que alguien grande, inmenso, está por irse. No es fácil expresarlo.
Elliot pasó a mejor vida hoy y sé que me siento como Alina Luciano, como Wilda Rodríguez, como Rosita Marrero, como Miguel Rivera Puig, y como muchos otros, dolida. Se fue uno de los imprescindibles, como bien reseña hoy brevemente un tuit de Rosita publicado en Claridad.
Lo que más impacta es el momento histórico en que Elliot se va. Se va a casi dos meses de que partiera también una de las mejores reporteras que ha pisado este país, una de las más serias y éticas que he conocido en toda mi vida, Martiza Díaz Alcaide.
Se fue a los pocos días de una de las sacudidas más recientes en el periodismo, que primero se dio en Latin Media House (que publica Caribbean Business), y la semana pasada, en GFR Media (que publica El Nuevo Día y Primera Hora). En ambas empresas mediáticas botaron periodistas y en el último también demostraron que ya no hay libertad de pensamiento ni pluralidad porque el poder del gobierno les dobló las rodillas para poder mantener el negocio a flote. Hoy precisamente trasciende la entrevista de la principal oficial ejecutiva de este último, Graciela Eleta en la que demuestra que para ella el periodismo no importa pero sí las comunidades de interés porque impera la mentalidad de mercadeo que trajo de su patrono anterior.
Más que nada, Elliot se va a menos de 10 días de que empiece la Semana de la Prensa, celebración anual en la que se debe destacar la excelencia, la ética y el compromiso con la verdad. Por eso es que duele un tanto más, por lo que su partida representa.
Es por eso que hoy, humildemente, recuerdo lo bueno que eras Elliot. Tu compromiso inquebrantable con la patria y con la verdad. Recuerdo que escribiste sin ambages, cubriste noticias sin miedo y en total Claridad de mente y de espíritu. Eras un hombre libre, y esa lealtad a la verdad nunca se olvidará. Ese ejemplo de lealtad a la verdad lo que más hace falta en momentos como los que vive el periodismo hoy. Por eso te aplaudo y te aplaudiré siempre.
A tu hija, a toda tu familia y a los amigos que te amaban, va mi más sentido abrazo y pésame. A ti Elliot, te doy las gracias por tus consejos de siempre y por tu sonrisa inolvidable.
Vuela alto Elliot. Descansa en paz porque tus principios nunca serán olvidados.