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Un juez llamado tiempo

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Lean bien, palabra por palabra lo que escribo aquí, antes de brincar: Mientras la inmensa mayoría del pueblo celebra las impresionantes victorias en el Clásico Mundial béisbol, en los círculos mediáticos y políticos persiste un ambiente de propaganda y desinformación, unido a ataques a sectores de la prensa, y se relaciona al caso del alcalde de Guaynabo, Héctor O’Neill.  Pero es mucho más que eso. Todo esto forma parte de una estrategia macro de propaganda bien montada, aunque subestima la inteligencia de la gente que lee las noticias, ve lo que dicen en la televisión o la web, y escucha la radio, pero llega a sus propias conclusiones.

El objetivo primario de esa estrategia de propaganda es manipular. Se hace para que las personas se olviden de la hecatombe económica en la que está el gobierno. También se hace para que la gente no piense mucho en las imposiciones que dentro de pocos días, espetará la Junta de Control Fiscal, afectándonos a todos por igual.

¿Pero cómo sabemos que es propaganda? Fácil, identificando las tácticas. Primero se ven enunciados generales como llamar “corrupto” o “violador” al alcalde, aunque se basen en lo que dicen terceros, sin evidencia fáctica o sin tener a la mano una sentencia de un tribunal. Esto es lo que inglés se le conoce como “Glittering generalites”.

Lo segundo es que se vilifica al oponente con epítetos e insultos (táctica que inglés se conoce como “name calling”) y se señalan los culpables por asociación.  Los ataques a los oponentes se basan en copiarse de lo que hace el otro porque “todo el mundo lo hace” (“bandwagon”). Además suelen usar como portavoces a figuras conocidas o a celebridades que se montan en el tema, lo discuten y comentan pero sólo suelen repetir los mismos argumentos desde un solo punto de vista, lo que en propaganda se le llama “Card stacking - one-side arguments”. Viendo este análisis, entonces, ¿hay o no elementos de propaganda aquí?


En la propaganda, los mensajes están específicamente diseñados para crear percepciones o motivar las acciones que una organización o un público desea. La palabra "propaganda" fue acuñada en el siglo XVII por la Iglesia Católica Romana, y originalmente significaba "escribir para propagar la fe". La palabra adquirió connotaciones negativas en el siglo XX y ahora suele asociarse con mentiras, engaños y desinformación.

En este caso de Guaynabo, como ha pasado por ejemplo en el de Ana Cacho, o en el caso de la empleada que fue acusada por la muerte de una bebé en la Casa Cuna de San Juan, o como le sucedió a los tres los inocentes de Aguada hace unos años, los medios llegan a conclusiones olvidando que existe una cosa que se llama presunción de inocencia.

Hasta que no se pruebe lo contrario, no se puede sentenciar nada de nadie como si fuera cierto. En el caso de Ana Cacho, los medios la culparon y la enjuiciaron en la opinión pública, pero ella nunca ha sido convicta en un tribunal. En el de la cuidadora en la Casa Cuna la acusaron, pero recientemente salió inocente en el tribunal. Asimismo, los tres hombres de Aguada fueron enjuiciados en la opinión pública que publicó el juicio portada tras portada, y  hallados culpables en la corte y encarcelados por muchos años, pero la evidencia tardía demostró su inocencia. Ahora están libres luego de un proceso histórico en el que se probó como el sistema manipuló ese caso.


Por lo tanto, todo lo que se diga sobre un caso son especulaciones basadas en lo que dicen otros. A menos que un periodista tenga un vídeo o algún documento que corrobore los hechos, no puede sentenciar nada a nivel público, aunque suelan hacerlo. En otras palabras, hasta que no culminen las investigaciones, no se puede concluir nada ya que todo lo que se comenta se basa en chismes o en lo que dicen terceras personas, sin tener evidencia fáctica. Este es el  hecho irrefutable.

Lo otro es que en la vorágine que provoca el tener noticias, también se da una dinámica de ataques entre los políticos y la prensa. Eso no es nuevo, pero sí es altamente peligroso. Es peligroso porque la misma polémica hace que se pierda el norte, que debe ser que el público se entere de los hechos tal y como acontecieron, y no que esté especulando sobre chismes o se opine sobre peleas estériles con el político de turno.

En ese sentido, resulta altamente preocupante los ataques al trabajo de periodistas y la alegación que hacen algunos de que están siendo investigados o presionados por el gobierno. Esto es deleznable y se tiene que criticar.

Yo llevo toda la vida defendiendo la libertad de expresión y de prensa, y defendiendo el trabajo de los periodistas desde mis diversas funciones, y más allá de la simple denuncia, hasta incoé casos en tribunales y moví piezas de legislación para proteger el sagrado derecho que tiene el pueblo a recibir la información de una prensa veraz. El récord está ahí y es público. Lo hice como reportera, como presidenta de gremios de periodistas, como productora y como analista. Por eso denuncio cualquier intento o apariencia de intento de ataque o presión a algún periodista.

Como reportera investigativa que fui, conozco muy de cerca lo que son las presiones cuando se investiga. Hacienda, por ejemplo, me investigó tres veces en mi carácter personal cuando yo investigaba las privatizaciones del gobierno de Rosselló padre, y recibí amenazas, entre otros. Por eso insisto en que se tiene que defender el verdadero trabajo periodístico serio y vertical, pero sin agendas.

Pero para exigir respeto, los periodistas tienen que ser eso, periodistas. No noticia. La prensa tiene que hacer su trabajo bien y de manera sobria, sin aspavientos y sin pretender convertirse ellos en la noticia, porque eso mina su credibilidad y resta seriedad en lo que se difunde.

No se puede especular ni inventar. A veces, por salir con lo más rápido se difunden mentiras, errores o se induce a errar. No se puede confundir lo importante con lo inmediato.

Por eso habría que preguntarse si el objetivo de algunos que comentan o difunden noticias sin corroborar es persuadir al público para crear opiniones o se hace para desarrollar asociaciones, basadas en intereses comunes de grupos particulares. Sea como sea, es una hipocresía total porque el interés verdadero está en el morbo y en los ratings. El problema es que subestiman a las audiencias que consumen ese contenido, pero en el fondo, no se lo creen. Amplios sectores de este país saben bien lo que es morbo y cuando éste se genera por esa maldad compartida que viven los que suelen vociferar sin mirarse ante el espejo de su propia y opaca realidad.

Parafraseando un mensaje en un vídeo que se difundió en esas redes sociales en estos días, hay un juez llamado tiempo que pone a todos en su lugar. Cada uno cosecha lo que siembra. Lo que expresa, lo que hace, lo que calla. Toda nuestra persona genera un tipo de lenguaje, un impacto en los demás. Por eso, aunque muchos sean libres de sus actos, no lo son de las consecuencias, porque tarde o temprano, ese juez llamado tiempo le dará razón al que la tiene. Y precisamente por eso hay que procurar que nuestros actos hablen más que las palabras, que nuestra responsabilidad sea un reflejo del alma.



NOTA: Para dejar claro y desmentir los comentarios falsos, maliciosos y llenos de especulaciones de ciertas personas en los medios y en las redes sociales, yo presido una firma de relaciones públicas que se llama Joy PR. Tengo una trayectoria en este campo desde el 2004 en la especialidad de manejo de issues, y en la prevención y manejo de crisis en la comunicación, además de relaciones con los medios. Ni mi firma, ni yo en mi carácter personal tenemos, nunca hemos tenido y nunca tendremos contrato alguno con el Municipio de Guaynabo, ni con el alcalde Héctor O’Neill García. Esto se puede verificar en el Registro de Contratos de la Oficina del Contralor. En mi firma represento varios bufetes de abogados y abogados particulares, incluyendo al del Lcdo. Joaquín Monserrate. Si mantengo contrato con el ciudadano Sr. Héctor O’Neill Rosa, en la representación de su caso privado que no es un caso municipal.





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