(NOTA: Esta columna fue publicada en NotiCel el miércoles 8 de febrero de 2017 - http://www.noticel.com/blog/199875/ppd-the-walking-dead.html )
El Partido Popular Democrático trata de sobrevivir la hecatombe de los muertos andantes. Sus líderes pelean y tratan de mantenerse vivos, aunque estén rodeados de zombies de ellos mismos. Como pasa en la famosa serie de comics y de televisión “The Walking Dead”, los populares tienen que mantener su franquicia y revivir una marca política que a todas luces, ya se contaminó y está podrida.Porque los zombis, como caníbales carentes de conciencia o de inteligencia, son autómatas que viven dominados por el impulso de comer. Son lentos, de movimientos torpes, y aunque están sujetos al proceso de la degradación biológica que experimentan los cadáveres, son siempre peligrosos. Atacan a los que estén vivos y al que no se lo comen, lo muerden para infectarlo con virus del zombi que bien se describe en la epopeya apocalíptica.
Por eso ahora mismo Rafael Hernández Colón y Aníbal Acevedo Vilá por un lado, Carmen Yulín Cruz y Héctor Ferrer por otro, y calladitos, pero haciendo sus movimientos de autopreservación y para que los recuerden, están también los Sila, los García Padilla y los Bernier de la vida, junto a las tradicionales familias de oligarcas que siguen buscándose su espacio y pertinencia en el PPD. Todos luchan por mantener viva la franquicia y la marca, pero su problema va más a allá del branding y de cómo comunican sus atributos. Es un problema real de sustancia y de mercadotecnia.
Para sobrevivir en el marketing político del 2017 tendrán que enfrentarse a grandes retos que probarán si son muertos, son zombies o lograrán resistir el plebiscito creado por los estadistas, aunque ese proceso electoral esté carente de la bendición de los americanos. Si el plebiscito tuviera esa bendición, esos mismos americanos ya habrían aceptado el Plan Tenesí, que ya ni los estadistas mencionan.
Porque digamos la verdad, zombis son todos. Se nota en el desgaste del branding en todos los partidos por igual. Recordemos que Rosselló ganó por el 41% de los electores, lo que significa que casi un 60% de la población no los consideró como opción. El PNP no consiguió todas las alcaldías, y el PIP no logra atraer a todos los independentistas realengos. Ni inscrito quedó.
Los partidos se venden como productos y no se dan cuenta de que tienen que conocer el pulso del consumidor. Tienen que tener el oído en tierra y el elector, como consumidor de su producto político, va por otro lado. Es algo así como si fueran colas. Como si el PPD fuera Coca-Cola, el PNP fuera Pespi y el PIP una malta. Siguen haciendo la misma publicidad y con el mismo enfoque, pero el consumidor está tomando cada día más agua y menos refresco. El resultado más contundente de esto se vio en las pasadas elecciones con la enorme cantidad de votos que sacaron Alexandra Lúgaro, Manuel Cidre y José Vargas Vidot.
Pero en el PPD el problema va más lejos. Va a los atributos mismos del producto, la madurez de la marca y la percepción negativa que los tiene como la carne podrida, que apesta. O son libre asociación, o son pro colonia, o son pro inmovilismo pragmático. Su problema es que no asumen nada. No se definen ni ponen a votar a los populares por ello.
Los partidos políticos son marcas y se mercadean como productos. Y los productos tienen un ciclo de vida que va desde que desde la etapa pionera, el crecimiento, el sostenimiento y madurez, hasta la muerte. El PPD se percibe como una marca vieja que llegó a la última etapa en el ciclo de vida natural. Si no lo reviven, muere. Por eso ahora mismo se ve como un zombi.
David Bernier trató en las pasadas elecciones de cambiar el “look” y revivir la marca. Un reconocido publicista vinculado al PPD diseñó un logo nuevo, que incorporó a la figura de una mujer para darle más “appeal” y una nueva estética que fuera más actual, pero ¿tuvo eso efecto? Cierto es que las marcas evolucionan en su presentación, pero tiene que haber una promesa real detrás de ese producto y la promesa no está ahí. En eso estriba la credibilidad.
Bernier lo intentó. Pocos lo admitirán pero él tuvo lo pantalones con “c” de proponer que se definieran como un partido de centro. Quería que cupieran ahí populares-estadistas a lo Luis Balbino, populares-soberanistas a lo Luis Vega Ramos y populares-independentistas a lo Néstor Duprey. Recordemos que Bernier hasta se atrevió a proponer un plebiscito estadidad sí o no, pero los viejos zombis atacaron. Los viejos zombis volvieron a la narrativa de un pasado que ya no está. Lo hacían porque el poder emborracha. Ni Aníbal Acevedo Vilá ni Rafael Hernández Colón se quieren alejar de ese poder.
La prensa y los analistas políticos no se pueden abstraer de la realidad. RHC y AAV se odiaban a muerte por años. Era una especie así como los Montesco y los Capuletos en Romeo y Julieta. Ese odio visceral estaba ahí, pero más pudo el poder.
Hernández Colón, un político cercano a los 80 años de edad, tiene mucho de su ego obsesivo. Se ve como el descendiente ideológico de Luis Muñoz Marín, y el nuevo patriarca. Además busca proteger la franquicia para su nieto Pablo José porque ya reconoce que su hijo José Alfredo Hernández Mayoral no logró ningún puesto.
Entonces llega Acevedo Vilá. El único gobernador en la historia de Puerto Rico que fue acusado y procesado criminalmente por el gobierno de los Estados Unidos, pero salió no culpable aunque los demás acusados en su caso sí fueron convictos. AAV demostró ser un genio. Su intelecto y su capacidad de estratega, difícilmente pueden ser copiadas por un Héctor Ferrer o por el mismo RHC.
AAV trató de libar un poco de esa sed de poder durante el mandato de Alejandro García Padilla pero el coameño no lo dejó. Venía él con su combo, y ahí empezó otra guerra interna. No podemos olvidar que desde el primer día que García Padilla entró al poder, Aníbal comenzó a serrucharle el palo. Usando a Bhatia, a Jossie y a otros legisladores le impidió gobernar. Tenía también su sobrino Luis botando la bilis o haciendo campaña en las redes sociales. Por eso, bajo el gobierno de García Padilla, con mayoría en Cámara y Senado, no pasó el IVA, ni la reforma contributiva, ni mucho menos un plebiscito. Esos mismos soberanistas demostraron que no supieron gobernar.
¿Y dónde quedan Carmen Yulín y Ferrer en todo esto? Héctor Ferrer no ha logrado proyectar un mensaje hasta ahora. En la opinión pública su ex jefe político AAV lo domina, y al lado de Yulín, ni habla.
Y Yulín ha estado callada, recuperándose de una salud que suele ser frágil, como se evidencia en sus constantes hospitalizaciones luego de eventos grandes como elecciones o las fiestas de la Calle San Sebastián. ¿Será ese silencio una manera de protegerse para no contagiarse de los zombis en su partido? ¿O será que ella se prepara para ser como el personaje de Rick Grims en The Walking Dead, que protege a los vivos y se defiende de los zombis? El tiempo dirá. A todas luces, ella seguirá haciendo lo suyo, ganando adeptos de otras facciones y probablemente sea la candidata a la gobernación en cuatro años. Si Ricardo Rosselló cumple todos los cambios propuestos, durará sólo un cuatrienio como han hecho todos los gobernadores por las pasadas 4 elecciones.
¿Y los demás? Muertos en vida. A García Padilla la prensa sólo le presta atención para mostrar que siembra en su finca de Coamo, cuando no está en su mansión en Guaynabo.
¿Y Bernier? Bien, gracias. Él tampoco fue un producto nuevo y tuvo a demasiados detractores en el mismo PPD comenzando por Perelló. Al final, de todos esos sobrevivirá el que logre presentar un producto único. Quien logre vender un “unique selling proposition” con una promesa de atributos distintos, logrará convencer y crear una nueva marca. Los electores a estas alturas no son manipulables.
Al final, en Puerto Rico no pasará nada si los americanos no lo permiten. Y mientras las generaciones más jóvenes siguen yéndose y vaciando el país, esto tendrá que ir cambiando. Quizás mis hijos y nietos en 20 o 30 años regresen a un Puerto Rico paradisíaco, con playas vírgenes y menos gente. Hacia eso es que nos llevan los políticos. Además, para los americanos ya el ELA murió. ¿Hará sentido revivirlo o nos corresponde a esta generación enterrarlo? Los muertos se entierran o se creman. ¡Fuego Popular!
REFERENCIAS
NOTA:
Entre las personas que comentaron esta columna, está el Sr. Herrero quien se comunicó en la red social de Twitter conmigo.
Mi respuesta fue publicada en la sección de notas en el mismo foro de NotiCel.
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