(Esta columna fue publicada en NotiCel el 7 de julio de 2016 - http://www.noticel.com/blog/192252/no-se-puede-asar-dos-lechones-a-la-vez.html )
“No se puede asar dos lechones a la vez, porque siempre se quema uno”. Esa era una frase usual que decía mi abuelo Esteban Cotto, un jíbaro castao’ de esos que ya no existen, cada vez que hablaba de hacer dos cosas complicadas al mismo tiempo. Y hoy más que nunca, viendo cómo se comporta la prensa y el gobierno en Puerto Rico, llego a la conclusión de que eso que él decía era verdad. Parecería que no pueden hacer dos cosas a la vez porque cuando lo intentan, quedan mal en ambas.
Políticos y medios informativos son monotemáticos. Sólo hablan de una cosa hasta que revienta otra. Es como si se pusieran de acuerdo para desinformar y vivir del shock del momento.
Mientras las portadas de periódicos y los titulares en la televisión, la radio y la Internet se concentran con toda la razón desde hace semanas en la quiebra del gobierno, en la aprobación de la ley PROMESA y la inminente y desgraciada imposición de una Junta de Control Fiscal federal que viene a cortar cabeza, se olvidó y se ocultó de la opinión pública que Puerto Rico está manga por hombro en muchos otros frentes. Uno de esos es la criminalidad y cómo es que los sicarios andan por la libre, secuestrando y matando personas, y aquí se despacha el tema como si fuera más de lo mismo.
No fue hasta que pasó lo más temido, que cayeron en cuenta. Un tiroteo en el lujoso hotel Caribe Hilton cegó la vida de un niño de 10 años en plena celebración del 4 de julio. Algunos medios reportaron que ciertos huéspedes decían que el ambiente se puso “cafre” en el área de la piscina, antes de que empezaran las ráfagas y las multitudes a correr. Después dicen que los familiares no quieren cooperar con las autoridades en la investigación. Y yo me pregunto ¿es que nadie se había dado cuenta de que la criminalidad iba en alzada antes de este suceso?
Con 11 asesinatos reportados desde la madrugada del viernes 1ro de julio hasta el mediodía del sábado 2 de julio, la cifra de homicidios ha aumentado en un 20% entre el año 2015 y el 2016. Esto no cuenta lo que ha pasado desde el sábado hasta hoy ni que hay menos personas en Puerto Rico por la emigración. ¿Y por qué esto parece ser una sorpresa que sale de la nada? ¿Será que se ha llegado a un nivel de insensibilidad tal que ya estamos acostumbrados a la muerte o será que a propósito, sectores de los medios noticiosos se alían al gobierno para encubrir lo que es evidente con el aumento en la criminalidad? ¿Por qué ambas cosas están pasando ante nuestras narices y nadie dice nada?
Del lado de los medios noticiosos, parte del problema surge de la incapacidad en amplios sectores de la prensa de hacer su trabajo. Son cada día más los periodistas que se conforman con lo fácil y digerido. Se creen que se comen el pernil, pero lo que de verdad les dan es carne podrida. Y del lado del gobierno, el problema yace en la mordaza institucionalizada de la presente administración. Y esto, muy pocos medios y periodistas se atreven a denunciarlo.
En lo que va de año la cifra de asesinatos asciende a 331, un alza de 55 en comparación de los 276 reportados a la misma fecha en el 2015, pero eso nadie lo analiza. Habiendo menos población han aumentado los escalamientos, el raterismo, las violaciones, pero tampoco se habla del tema porque la información se filtra. El fin de semana pasado el FBI arrestó a uno de los sospechosos de asesinar al campeón de boxeo Héctor “El Macho” Camacho, y en la Policía seguían en pifia. De hecho, no habían querido decir tan siquiera quién era el sospechoso de esa muerte aún sin esclarecer. Algo parecido sucedió con un violador que la Policía se negó a identificar y no querían proveer fotos a la prensa, lo que pudo haber ayudado a conseguir las confidencias para lograr su arresto con más rapidez.
Es que el problema es de imagen. Desde el Superintendente José Caldero y ciertos comandantes hasta algunos oficiales en el área de prensa, lo que más les interesa es contestar preguntas superficiales y salir bien en cámaras en el noticiero de la noche o de la mañana. Esos reporteros se conforman con comerse el rabito en vez del pernil. Los cogen de tontos útiles. La Policía les engaña y les da medias verdades. Pero entonces, cuando llegan verdaderos periodistas, de esos que no hacen preguntas “light”, los oficiales les huyen.
A periodistas como un Miguel Rivera Puig de El Vocero, una Maribel Hernández de Primera Hora o a un José Esteves de Telemundo, por mencionar a algunos de los mejores en esta fuente, no se les puede engañar. Saben qué preguntar y saben bien cuando los oficiales vienen con embustes. Saben también cuando les quieren ocultar información, y precisamente porque son buenos, algunos en la Uniformada pretenden hacerles su trabajo más duro. El asunto es que no le niegan información al reportero o al medio, sino al país.
Y mientras tanto, nadie dice nada de la mordaza que ha impuesto el Superintendente en la Uniformada. José Caldero por años fue amigo de la prensa. Dependía en esa época de la imagen que los periodistas creaban sobre él como negociador en secuestros, como excelente policía y como magnífico candidato a Superintendente, aunque el cargo se lo daban a otros. Era accesible y ultra cooperador con los reporteros, pero una vez llegó al codiciado puesto, implementó una mordaza como hace décadas no se ve en la Policía. Desmanteló la oficina de comunicación y actualmente se dedican a bloquear el flujo de información. Lo que es peor, está institucionalizado como algunos comandantes y portavoces de comunicaciones suelen burlarse y mofarse de los reporteros, pero al que le sacan la lengua en verdad es al pueblo.
Debemos recordar que la Policía es una de las primeras entidades del gobierno local bajo supervisión de un monitor federal. Y desde marzo pasado, en una vista pública del juez federal Gustavo Gelpí, ya varios periodistas señalaron las fallas en la comunicación de la Policía a los medios noticiosos.
Un mes más tarde, en abril, Caldero presentó un borrador de orden general de mordaza a la Policía y lo circuló entre los encargados de las Oficinas de Prensa en las 13 áreas policíacas. En dicha orden se pretende que la Policía no divulgue a la prensa prácticamente ningún detalle sobre la incidencia criminal como la cuantía y artículos hurtados por los ladrones en un robo, el porcentaje de alcohol arrojado por un intervenido, los nombres de los agentes que realizan los arrestos, ni detalle alguno sobre el progreso de las investigaciones. Tampoco permitirán a los medios retratar a los arrestados en redadas.
El borrador de ese documento estuvo a cargo del sargento Cruz Febus y supuestamente el mismo fue redactado por el teniente José Hernández, adscrito a la Oficina de la Reforma de la Policía. El mismo establece toda la responsabilidad en la comunicación de la agencia en un relacionista público y el director de la Oficina de Prensa queda subordinado a esa figura. Según varios periodistas consultados, Hernández supuestamente es estudiante de Derecho, pero no tomó en cuenta las garantías constitucionales que abarcarían la libertad de Prensa al redactar ese documento.
Y ahora mismo, a semanas de que venga la Junta Fiscal y de haya un cambio de gobierno, en la Policía están en el juego de la política. Andan más pendientes a que les den nombramientos en asenso para atornillarse en puestos antes de las elecciones. Mientras tanto, los niveles de esclarecimiento de casos andan por el piso excepto en Fajardo y Bayamón, y los crímenes aumentan en las regiones de San Juan, Ponce, Manatí y Culebra. Por otro lado, son pocos los casos que someten. En San Juan, por ejemplo, de 71 casos que tienen sólo dos han sido radicados este año. Cuando los periodistas preguntan a la oficina de prensa, les dan cifras mezcladas con los casos de años anteriores.
Quizás por todo eso es que las noticias de criminalidad de estos días han sorprendido a la opinión pública. Pero era algo sabido en las altas esferas del gobierno. De hecho, según se confirmó, la semana pasada en una reunión del gabinete y antes del asesinato en el hotel, el Gobernador Alejandro García Padilla se molestó y el gritó a Caldero “Yo no quiero más excusas”, porque ya veía un alza en los delitos. Caldero comenzó a presionar hacia abajo.
Como resultado de la desinformación y con la mordaza se fastidian los policías de a pie. La ciudadanía no los respeta, no les cree y no los respalda, cuando la verdad es que los policías honestos, se las tienen que bandear sin recursos y sin gente para apoyarlos, trabajando en condiciones infrahumanas.
El problema que tiene la dirección en la Uniformada es que por más que escondan las cifras, la verdad no miente. Todo el mundo sabe que el alza en la incidencia criminal y delictiva va atada a la crisis económica. En vez de seguir pretendiendo tapar el cielo con la mano, deben decir la verdad. Por esconder la verdad económica es que nos imponen ahora la Junta Fiscal, entonces para qué ocultar lo que se sabe de la criminalidad. Hay que informar lo que es, hablarle claro al país, y el pueblo debe exigirle a la prensa una mayor fiscalización. Los cadáveres no mienten. Se ven.