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Boricuas hacen pasteles en Nueva Zelanda

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Boricuas hasta en la Luna: Seguidores del programa de radio y podcast En Blanco y Negro con Sandra se unen para celebrar la Navidad, aunque sea al otro lado del planeta

Hoy: Fotos en casa de Matilde y Henry en New Zealand

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Un grupo de puertorriqueños que viven a 8,507 millas de San Juan, se reunieron hoy para hacer una pastelada, tomar coquito y celebrar la Navidad. ¿Qué mejor excusa? No importa que estén en Nueva Zelanda, cuando dos o más boricuas se juntan, se celebra la patria.

Pero este junte viene gestándose hace tiempo, gracias a la magia de la Internet que permite que mi programa de radio En Blanco y Negro con Sandra se escuche en cualquier parte del planeta ya sea por servicios de streaming como Tune-In Radio, por las páginas web o redes sociales de las emisoras, o por mi podcast.

New Zeland

Realmente todos los programas de radio y televisión que transmiten por la Internet tienen sistemas así a los que les invierten cientos de miles de dólares para desarrollar sus plataformas, pero en mi caso es un proyecto absolutamente independiente. No acepto payolas del gobierno para que financien el programa, como hacen con tantos otros, y opero por el apoyo de las distintas emisoras de radio, el apoyo constante de algunos auspiciadores comerciales y por radioescuchas que se suscriben a esta plataforma o me apoyan por ATH Móvil.

El programa se transmite de lunes a viernes a la 1 de la tarde por las tres emisoras de la Cadena WIAC, la estación WLRP 1460 AM Radio Raíces La voz del Pepino de San Sebastián, y las dos emisoras de X61 en Patillas. A las 3 de la tarde se retransmite por WPAB 550 AM en Ponce y ECO 93.1 FM en todo Puerto Rico. Además, se transmite por la plataforma Mundo Latino PR.com, la página de Facebook de WIAC, y en los formatos de Spotify, SoundCloud, Google Podcast, Apple Podcast y otros. Y fue gracias a esos podcasts como me conecté con los boricuas en Nueva Zelanda.

Todo comenzó a mediados de junio, cuando en uno de mis programas de radio comenté que una persona me había escrito desde África, posteando varias fotos, mientras escuchaba el programa por podcast. Poco a poco comenzaron a escribir distintas personas, incluyendo al matrimonio que vive en Auckland, Nueva Zelanda.

En mi Facebook salió un mensaje automático que he puesto para que las personas que escriben no sientan que los ignoro, en lo que me da un poco de tiempo para ir contestando con calma, y en orden de cada mensaje, individualmente. Matilde, que es como ella se llama, rápidamente empezó a enviarme fotos.

De primera intención yo lo dudé. Después de todo, tengo tantos mensajes de odio de los trolls de partidos políticos y del gobierno que cuando montan los operativos en mi contra en Facebook, me han hecho mirarlo todo con pinzas. Pero Matilde me confirmó rápido.

Ahí fue que me dijo que era de Caguas y hasta me ofreció ir a su casa. Me puso su dirección y número de teléfono. Poco a poco comenzamos a conversar por mensajes de texto, de voz y por teléfono por varias semanas. Además, me envió fotos con su esposo mientras celebraban el día de los Padres. Su esposo, Henry Jackson, trabaja para Douglas Pharmaceutical en New Zealand, pero antes trabajaba para Mylan en Caguas.

Matilde y Henry Jackson (Foto suministrada)

Resultó que Matilde estudió en la misma escuela en que yo estudié y me gradué, el colegio San Vicente de Santurce. Ella hizo dos bachilleratos en Educación en Sagrado y la UPR. Henry estudió en el Colegio Liceo Castro, R.P., después hizo Maestría en Ciencias Químicas en la UPR; un grado Doctoral en la Universidad de Iowa y un PostDoctorado en la Universidad de Chicago.

En uno de los programas yo comenté sobre Matilde y Henry, así como varias otras personas que empezaron a escribirme desde Alaska, Malasia, Londres, Verona, Marruecos y muchos otros sitios. Entonces comencé a recibir mensajes de otras personas de Nueva Zelanda y a todos les pedí permiso para conectarlos. Así fue como junté a Matilde y Henry con otro boricua, Gabriel Ruiz Caraballo, que vive en Aotearoa, New Zealand.

Y justo hoy me entero de que celebraron juntos una fiesta puertorriqueña en Navidad, saborearon coquito e hicieron pasteles. ¡No saben la alegría que sentí! Mi único lamento es que no pude estar allí con ellos, pero espero que en algún momento pueda hacer ese viaje.

Todo esto me puso a pensar en lo que se siente cuando uno está viviendo fuera de la isla. Ese vacío está ahí, pero las amistades llenan el alma y nos reafirman. El frío que se puede sentir en culturas distintas o bajo nevadas intensas, se derrite con el calor de estar con los nuestros.

Algunos, como mi amigo cantante y actor Ángel “Papo” Vázquez, canalizan la añoranza escribiendo y actuando en exitosos monólogos como “The Other Side Story” que es la segunda parte de “Hecho en ‘PueLto’Rico”. Ambos los ha presentado un decenas de plazas en Estados Unidos. Y es que siempre ha sido así. La patria, como decía Rubén Blades, es un sentimiento. Patria, son tantas cosas bellas.

El periodista e historiador Salvador Brau escribió en el siglo 19 un poema titulado “Patria” que decía así:

"¡Patria! he de llamar en tanto viva

con el vehemente paternal lenguaje,

a la encantada Borinquen nativa,

que encendió con su sol mis ilusiones,

que las cenizas de mi hogar cautiva,

que entraña en su vigor mis afecciones."

 

Leí una vez, me parece que en Borifrases, que citaban el libro "El desterrado de París" donde se documenta que Ramón Emeterio Betances le respondió esos versos a Brau diciendo:

"Tiene usted razón; la patria es el lugar en que se nace, el rincón del mundo consagrado por el recuerdo de nuestras madres y donde germinan nuestras primeras ideas.  Mi patria es Puerto Rico, cuyo recuerdo me obsesiona, y crea usted que no me resigno a morir sin volver a aquel Cabo Rojo inolvidable."

 Y pensé al evocar estas frases con la anécdota de Maltide en Nueva Zelanda, que en el siglo 19 los próceres eran los que tenían mayores oportunidades de viajar a educarse, o por exilio político. En el siglo 20 y ahora en el 21, hay más puertorriqueños viviendo fuera que en la isla, pero eso no significa que dejen de serlo. Por el contrario, es en esa constante del exilio, forzado o voluntario, como se forja y se transforma nuestro Puerto Rico.

Así que, a mis amigos de Nueva Zelanda, y a todos los que están fuera del terruño y me escriben o que añoran estar aquí en estas fechas, les dejo con las últimas dos estrofas del famoso poema de Juan Antonio Corretjer, “Boricua en la Luna”:

De una lágrima soy hijo

y soy hijo del sudor

y fue mi abuelo el amor

único en mi regocijo

del recuerdo siempre fijo

en aquel cristal del llanto

como quimera en el canto

de un Puerto Rico de ensueño

y yo soy Puertorriqueño,

sin na, pero sin quebranto.

 

Y el “echón” que me desmienta

que se ande muy derecho

no sea en lo más estrecho

de un zaguán pague la afrenta.

Pues según alguien me cuenta:

dicen que la luna es una

sea del mar o sea montuna.

Y así le grito al villano:

yo sería borincano

aunque naciera en la luna.

 

 


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