Jesús Pérez |
Este un relato real del periodismo que marcó un momento en la historia. Fue en el contexto de las elecciones del 2000, en la contienda a la gobernación entre Sila M Calderón, Carlos Pesquera y Rubén Berríos Martínez, quien estaba en desobediencia civil en Vieques.
Yo cubría el Partido Nuevo Progresista y recuerdo que le pregunté a Pesquera que por qué el no invitaba a Sila a almorzar. Le dije que antes Luis Muñoz Marín y Luis Ferré se reunían y que no entendía por qué los políticos de distintos partidos no retomaba esos diálogos.
Jesús Pérez |
"Buena idea", me dijo Pesquera, y yo le sugerí que fueran a Piñones o a algún sitio emblemático.
-"No, Piñones no. Tiene que ser un sitio más cerca y tranquilo", me dijo.
-"Ah pues vayan a La Casita Blanca en Villa Palmeras", le dije.
- "Excelente idea", me dijo Pesquera.
Le sugerí que le llevara un regalo a Sila y mencioné un abanico de mano como los que usaba doña Fela. Pesquera me dijo que no, que el le obsequiaría un libro de algo de cuerpos rígidos o algo así, relacionado a la Ingeniería...
A las pocas semanas, el encuentro en la Casita Blanca se dio y hubo mítines de los populares y penepés. Toda la prensa cubrió la histórica reunión. El resto fue historia.
Pesquera puede dar fe de esto que narro porque fue real y porque la evidencia está ahí. Yo lo reseñé en un artículo que publiqué entonces en El Nuevo Día, donde era reportera en esa época, hace 23 años.
El punto es que desde entonces, yo me fastidié. No pude volver a La Casita Blanca, donde yo era asidua.
Jesús Pérez, el dueño de La Casita Blanca, estaba como loco por la gran cantidad de gente que fue allí y quería regalarme comidas o bebidas. Yo nunca he creído en eso de las payolas, así que opté primero por ir cuando el no estuviera, y eventualmente ir cada vez menos.
Me daba coraje porque Jesús era extraordinario y su comida en la Casita Blanca era maravillosa.
Siempre me saboreaba su sopita de plátano de bienvenida, el “shot” de “chichaíto” (ron con anís) de postre y las medallas frías.
Hoy me entero que Jesús pasó a mejor vida. Tengo que decir que eso me dio mucha pena. su muerte deja un vacío no sólo en la gastronomía, sino en la cultura, e indirectamente, en la historia de este país.
Jesús fue un gran chef, un buen comerciante y un buen amigo. Fue un gran puertorriqueño, que deja huellas.
Que descanse en paz.
Sandra Rodríguez Cotto
Marzo 2023