Es una noticia que conmueve al más fuerte y sorprende al más incrédulo. Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina encontró a su nieto Guido.
Después de 36 años de lágrimas y de una búsqueda incesante, la abuela de 83 años de edad encontró al nieto que le fue robado por el terrorismo de estado establecido por el gobierno durante la dictadura militar en Argentina en los años 70.
La noticia copó las primeras planas en Argentina, en América Latina, Europa. Fue noticia también acá en Puerto Rico, aunque no con igual interés, quizás por el énfasis de muchos medios locales de darle el mínimo de espacio a Latinoamérica. Pero ha sido y continúa siendo un hito y más que nada, debería ser un espejo para nosotros, los puertorriqueños.
El nieto Guido Montoya Carlotto, le fue arrebatado a su madre Laura Carlotto a las cinco horas de nacido, y de que los militares la asesinaran junto a su padre Walmir Óscar Montoya. Laura, tendría hoy 60 años. Guido fue criado en un campo con el hombre de Ignacio Hurban, pero se dio cuenta de que no encajaba en su entorno y se hizo las pruebas de ADN que demostraron su verdadero origen. Ya conoció a su familia materna y paterna, y poco a poco se adentra en el proceso de reconocerse, como le ha pasado a 114 otros hijos de desaparecidos.
Son miles las víctimas de ese criminal “Proceso de Reorganización Nacional” como se le llamó a la dictadura argentina donde las violaciones de derechos humanos, la desaparición y muerte de miles de personas, y el robo sistemático de recién nacidos eran las prácticas comunes.
En casi todos los países de la América Latina han habido desaparecidos por los sistemas políticos. Esto no se puede negar. En Puerto Rico también hemos vivido horrores bajo el sistema colonial, muchos de los cuales yacen ocultos bajo el desdén y el ninguneo de las autoridades estatales y federales.
En todos los casos, las abuelas y los abuelos, han tenido que armarse de valor y sacar agallas para defender a sus familias. Han dado la cara, por eso es que su rol en la sociedad tiene que ser honrado.
En Puerto Rico, que es y siempre ha sido una sociedad matriarcal, las abuelas han sido la espina dorsal de nuestra historia. Quizás no hay dictadura implícita, pero la crisis económica, la violencia del ELA y el colonialismo, también han arrancado hijos y destruido familias a través de las décadas y sin que la gente tome conciencia.
La crisis económica promueve que familias se vayan a otros sitios en búsqueda de trabajo ha dejado a una generación de abuelos abandonados. También en los casos de divorcio implica que los nietos muchas veces injustamente, sean separados de sus abuelos.
Según el Censo de 2010, en Puerto Rico había 56,214 abuelos que eran responsables por nietos menores de 18 años. De esa cantidad, el 40% tenía 60 años o más. Esto significa que el cambio en la estructura familiar en muchos hogares puertorriqueños es una realidad constante. Las abuelas y abuelos se han tenido que encargar de criar y sacar adelante a sus nietos, y esta situación va en aumento en Puerto Rico.
En muchos casos, son las abuelas las que sacan la cara por los nietos y asumen el rol de criarlos. Cuando sus padres caen víctimas de la violencia dejada por el narcotráfico, o sus hijas mueren por la violencia de género.
Todas las abuelas puertorriqueñas, al igual que las argentinas que sufrieron el terrorismo de estado en la época de la dictadura, llevan en sus corazones esas heridas.
El rol de abuela – así como el de abuelo - debe ser aplaudido, bendecido, honrado. Hay que honrar la perseverancia demostrada en el amor de las abuelas y abuelos. Por eso en honor a Carlotta, a Delia, a Juana, a Sara, a Magda, a María, a Matty y a tantas otras abuelas. Brindo por ustedes en el día de hoy.
NOTA: Esta columna fue publicada en El Vocero el 8-12-14 http://elvocero.com/abuelas/