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El cuento de los vividores y zombis

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Este es el cuento de los vividores y los zombis.

Había una vez una isla en la que la vida era como una telenovela en la que los habitantes estaban todo el tiempo en personajes. Actuando según le tocara, en una impostura perenne. O eran zombies o eran vividores. Había también una tribu grande de Pendangas (como diría Dr. Shopper) que son los que le creen el cuento a los demás, habitaban demasiados jaibas y buscones, y el montón de apestados de la vida que ya no creían en nadie. Los hastiados se habían marchado a otros sitios.

En esa isla, que digamos, se llama Puerto Rico, los vividores habitan felices y los zombis ya casi ni sienten.

La clase de vividores es la verdadera privilegiada en este país. A diferencia de lo que dicen los libros, los privilegiados no son los ricos ni mucho menos la clase media. Son esos vividores que viven del cuento. Son los que roban agua de los hidrantes para llenar piscinas y tirarse desde el techo del tercer piso y algunos les dicen “bendito, déjelos porque es verano y los nenes no tienen dónde entretenerse”. Esos vividores son los que tienen subsidio de agua y luz, pero aún con eso no lo pagan pero tampoco le cortan el servicio porque sacan a tiros al empleado de Acueductos o de Energía Eléctrica que ose hacerlo. A ellos no les tocan las crisis.

Esos vividores viven del plan. Del Plan 8, del Plan WIC, del Plan de Salud, del Plan de la tarjeta del PAN. Ser pobre no significa ser vividor.  Hay muchos pobres, miles, que sí necesitan las ayudas y que la sociedad los mantienen en el círculo vicioso del que no pueden escapar. No, no son esos vividores porque los verdaderos pobres no son indignos. La pobreza no es indignante pero el mantengo descarado sí.

Lo vividores viven del cuento y con usan el pretexto de la pobreza para seguir criando vagos. Muchos viven en residenciales y a los políticos les encanta convencerlos y usarlos. Les ponen carteles anunciando que el gobierno les remodelará las cocinas del caserío o sellará los techos y ellos en cambio, les permiten poner sus carteles de campaña política para la primaria o la elección.


Muchos apestados de la vida que viven en esa isla miran a los vividores a la distancia con rabia. Piensan “!Coño, y yo que no tengo ni un chavo pa’arreglar mi cocina y el techo de la casa se me filtra pero nadie me ayuda!”. Y a los apestados les aprietan el bolsillo con impuestos y con altos costos, sin beneficios.

Suben la luz, el agua, los alimentos y escasean los trabajos. Entonces es que muchos apestados se transforman en hastiados y se van de la isla, o en zombis que no sienten. Ya no les importa nada.

Los zombis que habitan en esta tierra casi todos son de la supuesta clase media, aunque saben que es algo en peligro de extinción. No tienen opciones. Ni trabajo. Por eso ahogan sus penas en lo que sea. Son como el marido que sabe que su esposa se las pega, pero para no admitirlo se va a liquor store a emborracharse. Cuando se le pasa la juma y vuelve a la realidad, se dan cuenta de que es un cuernudo o cabro grande como dicen, y entonces vuelve a la barra a ajumarse. O a meterse droga. Si son mujeres zombis, les da con irse a los malls a mirar tiendas y caminar por los pasillos a ver si con eso se le olvida que no tienen chavos para comprarse nada.

Y mientras los vividores tienen aires acondicionados prendidos todo el día o botan agua de los hidrantes, los zombis hacen malabares para sobrevivir. Pero a los del gobierno, el que sea, no les importa. Ellos quieren seguir manteniendo al país entre zombis y vividores porque así nadie pregunta ni se molesta. Es como tener un gran campo de concentración en el que nadie despierta

Por eso no les explican cómo sobrevivir ni a los zombis ni menos a los vividores y no admiten que el país está quebrado. ¿Qué si Fitch y S&P degradaron? ¿Y a quién le importa? El gobierno no está en esas. Para seguir embobando repiten los mismos temas, esperando que todo vuelva a la rutina, y que en las noticias no cuestionen mucho. Ya en agosto vienen por ahí las noticias del  back to school y el caos en las escuelas como siempre, y en noviembre lo del viernes negro, y en diciembre de que no hay trullas. Lo mismo, lo mismo, lo mismo, como decían en un comercial de televisión.

Para sobrevivir se supone que uno despierte del letargo y se mueva. Que se toque fondo como paso en España, Grecia, Argentina o en Detroit y de ahí la gente empezó a salir hacia adelante. Pero en Puerto Rico no. En la isla de los zombis y mantenidos eso no pasa y por eso siempre viven con su eterno dilema de la inmovilidad. Y colorín colorado, este cuento, no se ha acabado.

NOTA: Esta columna fue publicada en El Vocero 7-15-14 http://elvocero.com/el-cuento-de-los-vividores-y-zombis/



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