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Ricardo Alarcón

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Ricardo Alarcón

Me acabo de enterar que falleció en La Habana Ricardo Alarcón de Quesada, hoy 1ro de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. Debo admitir que lo sentí porque conocerlo y entrevistarlo ha sido una de las experiencias más sorpresivas, gratas y retantes en mi vida. 

Lo conocí y entrevisté por primera vez en el 1997 en mi primer viaje a Cuba, cuando era reportera de El Nuevo Día. Viajé en el contexto previo a la visita del entonces Papa de la Iglesia Católica, Juan Pablo II. 

A esa primera entrevista que le hice me acompañó Ismaelito Fernández (Q.E.P.D.) como fotógrafo. Benito, nuestro amigo cubano, se quiso quedar afuera, nervioso. 

Alarcón era el tercero en mando en el gobierno cubano, presidente de la Asamblea Popular o parlamento. Hombre fino, educado, pero fuerte y poderoso en el Partido Comunista.

Ricardo Alarcón y Fidel Castro.

Me pusieron mil exigencias para la entrevista y sólo tendría 15 minutos para hacer preguntas. Las acepté porque era la primera vez que alguien de ese nivel en el gobierno de Cuba daría una entrevista en profundidad en El Nuevo Día. 

El periódico había sido vetado por el gobierno de Cuba por sus posturas anticastristas, y por los editoriales de don Carlos Castañeda, quien irónicamente, había bajado de la Sierra Maestra con Fidel Casto en el 1959. Él había publicado en la revista Life y eso no le gustó a los cubanos, según me dijo don Carlos acá y muchos cubanos en la allá.

Paréntesis: don Carlos Castañeda no creía que yo iba conseguir ni una entrevista en Cuba, y cuando vio todo lo que hice, estaba fascinado.... Pero eso es otra historia. El punto es que esa primera vez que conocí a Alarcón, pasaron muchas cosas. Me ponían trabas antes de entrar a entrevistarlo. Antes que yo entrara, estaba allí alguien de The Washington Post.

Unos bambalanes de la seguridad cubana me dijeron que no podía preguntarle de las elecciones que allí se celebraban esos días, y en las que sólo ganarían ellos mismos, ni de otros temas. Yo los observé y sonreí.

Esa primera entrevista fue en un salón o más bien una habitación que tenía todas las paredes con tablillas llenas de regalos que Alarcón había recibido de políticos de todo el planeta. Desde Mandela y otros líderes de casi toda África, europeos y varios líderes de Rusia. 

Los muebles eran los más hermosos que he visto en mi vida, hechos en rattan que le regaló el gobierno de Nicaragua.

Me perdí observando en las tabillas objetos con nombres de gente bien importante, incluyendo decenas de congresistas y gobernadores de los Estados Unidos. Alarcón había sido embajador ante la ONU, e incluso, vino varias veces a Puerto Rico. 

Ricardo Alarcón.

La cuestión fue que minutos antes de que él entrara a esa sala, entró un hombre que sabía toda mi vida. Donde vivía yo en Puerto Rico, que estaba recién casada y donde había estudiado. 

Yo le dije, molesta: "si quiere le doy mi size de ropa y de zapatos porque es lo que le falta saber. Conmigo no hay problema. Soy un libro abierto". Ismaelito decía "¡cállate Sandra!, nos van a sacar de aquí y nos vamos sin la entrevista"...

Yo le dije, mirando al hombre, "no lo van a hacer después de tanto trabajo investigándome".

Y justo en ese momento, Alarcón que entra por una puerta lateral. Con una carcajada. !Lo había escuchado todo!

Nos saludamos y el empezó a preguntarme de Puerto Rico. De cuanta cosa una se podía imaginar. Me preguntaba y preguntaba, diciendo que le gustaba mucho. Lo más que le gustaba eran los colores de la vegetación en el camino de San Juan hacia Ponce, dijo.

"¿Y cómo está el viejo Ferré? ¿Sigue vivo?, me preguntó refiriéndose a don Luis A. Ferré. Sabía que su hijo era el dueño del periódico.  

"Viejito. Hay quien dice que se murió hace tiempo, pero él no se ha enterado y sigue por ahí en la política", le respondí y empezaron todos a reírse. La boqueta con las carcajadas de Ismaelito llenaba el salón.

Entonces miré mi relojito marca Casio que había comprado en Kmart antes del viaje, por si se me perdía por allá y le dije: "Miré don Alarcón, ha pasado casi media hora y me dieron 15 minutos para esta entrevista. ¿Usted me va a entrevistar a mi o yo lo voy a entrevistar a usted?".

El empezó a reírse y le dijo al otro hombre "oye, esta multata es brava, como debe ser".

Le dije: "Perdón, esta periodista, querrá decirme".

"Cierto, perdoname. Dispara", me dijo.

"¿Tiene chaleco antibalas", le dije.

"Oye esta boricua es tremenda. Dale. Pregunta que yo contesto", me dijo, riéndose.

Apreté el botón de la grabadora, sí, era lo que se usaba en esa época, y pregunté. La primera pregunta fue de lo que me advirtieron los de la Seguridad del Estado que no preguntara, sobre las elecciones en Cuba, que si era una farsa con un solo partido.

Le pregunté de la economía, de los disidentes, del embargo, de la falta de derechos humanos, del totalitarismo y de la perpetuidad de Fidel Castro.

"¿Y si Fidel muere o se retira, usted buscaría la presidencia?", le pregunté.

 "Yo no estoy loco", me ripostó de inmediato. 

"O sea, hay que estar loco para dirigir Cuba", le dije, y el empezó a reírse.

La cuestión es que el tiempo pasó. La grabadorita que llevé se gastó y no quedaba más espacio en el "tape" porque hablamos por casi cuatro horas.

La entrevista salió publicada en la portada en El Nuevo Día en diciembre del 1997. Salio en 2 días porque era mucho material. Gané varios premios por esa entrevista. 

También debo decir que la parte de lo que me dijo sobre Fidel Castro y las elecciones fue publicada en inglés en la revista Time en los Estados Unidos. La entrevista integra también salió en seis o siete periódicos en América Latina con los que El Nuevo Día tenía acuerdos.

En fin, fue un momento importante en mi carrera de periodista.

Recuerdo de ese primer viaje a Cuba y la cobertura.

Días después, Alarcón llegó a una fiesta que impulsé y planifique con Edwin Meléndez en la Misión de Puerto Rico en La Habana, pero yo no lo vi. Estaba terminando unos artículos con Carmen Edith Torres en el hotel, que serían portada en el periódico al dia seguiente, y cuando llegamos, ya Alarcón y el cantante Silvio Rodríguez se habían ido. A mi nunca me ha gustado Silvio Rodríguez, así que no lo lamenté para nada. Si hubiera sido Pablo Milanes, era otra cosa.

En fin, Alarcón luego me concedió varias entrevistas incluso hasta telefónicas. Lo llamé a Cuba o el me llamó a mi a Puerto Rico. Fueron momentos importantes en mi carrera, que me exigían una mayor preparación. No era cualquier político. Era un hombre profundamente culto.

Lo más que destaco de mis entrevistas a él, es que nunca dejó contestar mis preguntas, por más duras que fueran. Pienso que me gané su respeto.

Debo decir que él tenía relación con muchas personas en Puerto Rico, incluyendo varios periodistas y gente vinculada a movimientos sociales y políticos. Yo era, y soy, una simple periodista que nunca ha estado en esos grupos ni militado en organizaciones politicas. Creo que él respetó mi independencia de criterio.

Hoy dicen que murió y me hizo evocar esa era.

Que descanse en paz Ricardo Alarcón. 

  #Cuba

 SRC


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